martes, 28 de enero de 2014

EL MITO DEL FACILISMO


José Raúl Ramírez Valencia

Tradicionalmente el mito ha sido considerarlo como algo falso, pero difundido como cierto; algunos argumentan que algo no tiene validez simplemente afirmando que es un mito. A esta concepción obedece “el mito del facilismo”. 

El facilismo se refiere a todo lo que no implique esfuerzo, ni compromiso, ni reflexión, ni tenga rigor ni necesita de él, adquirirlo todo sin ningún trabajo. El facilismo en su sentido más moderno es lo “light” en contraposición a lo exigente. El facilismo en la mayoría de circunstancias conlleva grandes desilusiones, tristezas y sorpresas. Las personas que todo lo han conseguido sin ningún esfuerzo han sido testigos como su mito se ha derrumbado. El psicólogo clínico Miguel Zubiría, autoridad en temas de suicido, afirma enfáticamente, “que unas de las causas de tantos suicidios reside en la manera facilista que tantos jóvenes han adquirido sus objetivos”.

Anthony de Mello, en una de sus fábulas, cuenta que un maestro muy sabio en una conferencia supremamente atestada de gente expresó: “estas son las cosas que acabaran con la raza humana: la política sin principios, el progreso sin compasión, la riqueza sin esfuerzo y la religión sin riesgo”. No estaba equivocado aquel maestro, “cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia”. 

En política se habla por doquier de corrupción, clientelismo, oportunismo, partidismo, seducción por dinero y muy poco de principios; parecería ser que los principios son sólo convencionalismos. Un buen político no se forma de la noche a la mañana; se necesita exigencia y esfuerzo; político sin reflexión es únicamente adulador o demagogo. Cuando un político carece de principios comete los más grandes errores y de inmediato perjudica a los demás, basta recordar a Herodes, por falta de principios quería matar al Dios humanado. 

El Papa Benedicto XVI, afirma claramente en su encíclica Spe Salvi, que el progreso no se podía equiparar con la esperanza. Un progreso que no tenga a la persona humana como centro se convierte sólo en desarrollismo, empresarismo, tecnologismo; tendencias que conducen únicamente a sentir miedo de nuestros propios inventos, porque el progreso es solamente material. La ciencia no redime al hombre, el hombre es redimido por el amor y quien es tocado por el amor empieza a sentir y esperar lo que es la vida en su sentido más profundo. 

La riqueza sin esfuerzo, mayor ídolo de nuestro tiempo, símbolo del narcotráfico y del trabajo deshonesto, ha dejado cicatrices profundas en la cultura, donde lo más importante es adquirir dinero, sin advertir la forma, ni los riesgos ni la licitud de hacerlo. Este afán de buscar dinero rápido y fácil ha llevado a miles de personas a creer en “el mito del facilismo”. En el escenario de la facilidad se celebra la orgía de la riqueza, con sus tres criterios “éticos” por excelencia: válido es hacer cualquier cosa mientras nadie se dé cuenta”, lo más fácil es lo mejor y lo más rápido es lo más bueno. Es precisamente la búsqueda de dinero fácil la causa de la mayoría de los males padecidos por los colombianos; por buscar lo fácil muchas personas no han logrado su realización personal. 

Tampoco podemos olvidar, según las estadísticas, que cada día aumenta el número de personas incrédulas e indiferentes en el mundo con respecto a las formas religiosas; la causa puede estar en vivir una religión sin riesgo, sin martirio, una fe light, mediocre, sin ningún compromiso; así sale a la luz una religiosidad en términos postmodernos llamada ambiental, cómoda, poco exigente, más bien buscadora de “caricias de la divinidad” que de desafíos provocadores de responsabilidades históricas. Algunos la califican como “religión a la carta”; una religión vivida así, adormece y no entusiasma.

POSDATA: “Política sin principios, riqueza sin esfuerzo, progreso sin compasión, religión sin riesgo”. He ahí la radiografía de nuestra realidad. 

Publicado en el periódico Vida Diocesana .N. 118. Noviembre- Diciembre 2008

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