jueves, 23 de enero de 2014

BUENO, BONITO Y BARATO…HACIA UNA ÉTICA DEL CONSUMIDOR


Pbro. José Raúl Ramírez Valencia.
El cine no sólo presenta ciencia ficción, también hace denuncia social; tal es el caso de la película Diamantes de Sangre, del director Edward Zwick, donde se cuenta la historia ruda y cruel del tráfico de diamantes en el norte de África, concretamente en Sierra Leona. Es sorprendente cómo el director de esta película va mostrando detalladamente la historia que se entreteje al lado de esta preciada joya. Detrás de cada diamante hay una historia oscura de esclavitud, violación de derechos humanos, niños obligados a participar en la guerra, tráfico de armas; en definitiva, un grupo de personas que sólo buscan riqueza sin moral alguna, el negocio por la riqueza, el fin justifica los medios, diría Maquiavelo.
Quien haya visto la película sin duda, no comprará un diamante sin antes no cuestionarse de su procedencia y comercialización, y al ponérselo dará razón no sólo del valor comercial, sino también social y moral de esta piedra preciosa. Diamantes de sangre es una película que llama a la acción social, al pensamiento crítico, a una ética del consumidor.
El eslogan tan común de lo bueno, bonito y barato hay que complementarlo con procedencia y comercialización justas.  A veces con sólo pensar en lo bueno, bonito y barato caemos en los juegos del capitalismo sin moral, llamado capitalismo salvaje; lo importante, es la oferta y la demanda, sin cuestionar las condiciones de los trabajadores, ni los modos de comercialización.
Volviendo a los diamantes, en el año 2003 se creó el proceso de garantías Kimberly, donde un sinnúmero de países se comprometieron en no adquirir ni comercializar diamantes manchados de sangre. El diamante que se adquiera o se comercialice debe cumplir con el mínimo de requisitos, tales como el respeto a los derechos humanos, el sano empleo, la justicia social con el trabajador, que no provenga de tráfico de armas, cumplidos estos requisitos y otros más, el diamante es objeto de compra y comercialización. Otro ejemplo más: cada año las empresas cultivadores de flores reciben la auditoria para recibir lo que se denomina el sello verde. Esta patente da garantía a los compradores europeos que tanto el ambiente laboral como el ambiental en que se cultivan las flores es digno y no hay ningún abuso ni con el trabajador ni con el medio ambiente. 
Ilusos somos si aceptamos que el problema de la sociedad de consumo es simplemente dejar de comprar cosas inoficiosas, que no necesitemos o lujosas simplemente, pero el problema va más allá. Es un problema de ética y de conciencia. Ya el Papa lo decía en su última encíclica: Caritas in veritate,  “consumir, al igual que invertir no sólo tiene un valor económico sino también moral” por ello sugería crear la asociación de consumidores, no precisamente para consumir más, sino para consumir con ética, conscientes de lo que se compra y de la proveniencia de lo que se compra, además de los daños colaterales al medio ambiente que puede producir el consumir determinado producto.   ¿Será que es justo utilizar una prenda o tomarme una bebida, o comprar un electrodoméstico cuando detrás puede haber explotación humana y violación de los derechos humanos? O ¿comprar un producto que está degradando el medio ambiente? Por ello no basta con lo bueno, bonito y barato es necesario ir más allá: hacia una ética del consumidor.
Publicado en el periódico Vida Diocesana. N. 125 Enero- Febrero 2010

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