José Raúl Ramírez Valencia
A comienzos de octubre un acontecimiento, si lo podemos llamar así, siendo también amarillistas, paralizó el país; el secuestro y el posterior asesinato de un niño. Este acto, lamentable desde todo punto de vista, ha sensibilizado a toda la sociedad con respecto a la niñez. Iniciativas van y vienen en favor de la infancia, pero casi todas focalizadas en un solo sentido: la cadena perpetua para violadores, secuestradores y agresores de los infantes, incluso la misma gobernación de Antioquia se fijó como meta trescientas mil firmas para respaldar esta iniciativa.
¿Será que defender la niñez es pensar sólo en la cadena perpetua para este tipo de personas? ¿Cómo es posible una sociedad que pide cadena perpetua para este tipo de personas y al mismo tiempo pide la pena de muerte para los niños que están en el vientre materno, y también pide que se apruebe el matrimonio de homosexuales, la fecundación in vitro, la dosis personal, el libre desarrollo de la personalidad? Todo esto supuestamente en defensa de la niñez. Definitivamente ante estas contradicciones no cabe duda de que estamos viviendo en una sociedad enferma como decía Erich From, al percibir las atrocidades de la segunda guerra mundial.
Afirmar que estamos en una sociedad enferma, es bien difícil de clarificar; una cosa es decir, que algunos individuos que atentan contra la humanidad de los infantes o aquellos que detonan bombas matando a centenares de personas inocentes están enfermos mentalmente; otra muy distinta es afirmar, que la sociedad en la que ellos y que nosotros vivimos está perturbada. Es indudable que las dos cosas guardan entre sí una relación muy estrecha, pero son dos afirmaciones distintas.
Esto significa que no sólo la sociedad está enferma o existe un malestar de la cultura según Sigmud Freud, sino que ella misma está generando y ambientando individuos totalmente enfermos sin valores ni horizontes familiares; hoy son unos cuantos, mañana será un número mayor o será toda la sociedad que ve esto como algo normal o en su mayor incongruencia como algo positivo y digno de una sociedad civilizada.
Esta sociedad enferma, teniendo tantas causas posibles de su malestar apunta a un diagnóstico como epicentro: la descomposición familiar; ahí está el cáncer, ¡y qué cáncer! Si no trabajamos con la familia e intervenimos la familia, la enfermedad se seguirá propagando. Defender la niñez es defender la familia. A las personas que atacan y maltratan a los niños, tanto física como psicológicamente, habría que preguntarles, ¿qué tipo de familia tuvieron? y ¿qué tipo de familia quieren conformar? Quizás el primer derecho vulnerado y estropeado de tantos niños es el de no contar con una familia bien constituida. Lo más angustioso de esta cruel enfermedad es que su tratamiento curativo por parte de las leyes públicas no es el más indicado, y en lugar de favorecer la estabilidad de la familia, la dejan desamparada, e incluso la atacan y legislan en contra de ella; se piensa primero en el bienestar y los derechos de los esposos -padres como individuos y por último el de los niños-hijos.
Cómo no hablar de una sociedad enferma que en las noches ve y pontifica comportamientos que atentan contra la niñez; novelas como, “Muñoz vale por dos”, en la cual se puede tener dos mujeres a la vez, o, “Aquí no hay quien viva”, supuesta alternativa de RCN, donde se presenta de manera cómica y disfrazada toda afrenta contra la familia y por ende de los niños. ¿Cuál, alternativa? En la misma franja y en los dos canales se transmite una apología desmedida de tendencias sexuales contra natura y de irregularidades familiares; en esto, bien conviene concluir que estamos en una sociedad enferma que ataca el malestar de la enfermedad y no la causa de dicho malestar; con tal procedimiento es muy posible que se sigan alimentando y motivando sujetos violadores, irresponsables, secuestradores y agresivos en la familia. Una sociedad que no respete y salvaguarde la familia nunca será rica en humanismo y siempre será una sociedad enferma.
Firmar en defensa de la niñez es mucho más que pedir cadena perpetua a unos violadores. Es firmar en contra de la prostitución infantil, del trabajo de menores, es firmar condenando la reclusión de menores de edad en las filas del conflicto armado, es firmar apostándole a una sana alimentación y nutrición de la niñez, es firmar garantizándoles a los niños una educación integral basada en valores humanos y religiosos y no sólo científicos; es firmar en favor de familias estables y bien constituidas que alberguen y eduquen a los niños sanamente, es firmar en razón de una televisión educativa en valores familiares. Como pueden ver, el problema no es sólo de aumento de penas, tiene raíces más profundas. Por ello, antes de firmar analice muy bien lo que firma. Ahora sí, firmemos en defensa de la niñez.
Publicado en el periódico Vida Diocesana. N. 117. Septiembre-Octubre 2008
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