Con una manera irónica pero bien argumentada, Ortega y Gasset, describe el comportamiento de algunas personas de la época contemporánea con el apelativo de señoritos satisfechos. Este tipo de hombre es el niño mimado que se comporta exclusivamente como heredero, entendiendo por herencia solo comodidades y seguridades. Este personaje es un aristócrata empedernido que al nacer todo lo encuentra hecho y no tiene que preocuparse de nada, ni tampoco sabe agradecer lo que los otros le han dejado. Este señorito satisfecho se encuentra por doquier en la política, la educación y la Iglesia… En fin, en todas las profesiones y en todos los ámbitos de la sociedad está metido. Este individuo no siente la necesidad de luchar, ni de crear, todo lo encuentra hecho; pareciera no tener dificultades. Pero lo que debemos considerar es que un mundo sobrado de posibilidades produce automáticamente graves deformaciones y vicios en la existencia humana; no es de dudar que una de las causas de la descomposición social y la crisis en la Iglesia puede darse por la presencia abrumadora e imperante de tanto señorito satisfecho.
Este niño malcriado se encuentra lleno de sí mismo, cree que con lo que sabe ya tiene más que suficiente, por eso no reflexiona, ni argumenta, ni escucha otras opiniones y saberes; a este sujeto no se le aplica el principio socrático: sólo sé que nada sé; cree que lo sabe todo, que con lo que sabe le basta. Su ignorancia es llenura y no necesidad de sabiduría y virtud. Cuando existe la necesidad siempre hay tensión hacia lo alto, noble y magnánimo.
Este personaje equivale también al hombre masa, cuya vida carece de proyectos, va a la deriva, sin ideales, vive solo con ambiciones, pero no con aspiraciones. El señorito satisfecho o el hombre masificado no tolera lo diferente, lo egregio, lo santo, lo virtuoso, lo cualificado y selecto, todo lo equipara según su bajo criterio. El peligro que corre alguien fuera de lo normal (excelente-santo-virtuoso) es ser eliminado por el mero hecho de no de no pertenecer ni vivir según el grupo vulgar que domina al mundo. Vivimos bajo el brutal imperio de las masas, antes era dividir para triunfar, según Napoleón, hoy, masificar para dominar, ¡qué virus¡
Un problema más, -el señorito satisfecho o el hombre masa-, es el hombre mediocre que quiere intervenir en todo, imponiendo su vulgar opinión o su indecente capricho, según el dictamen de sus egocentricidades. Aún más, la característica principal del hombre-masa consiste en que sintiéndose vulgar y mediocre, proclama el derecho a la vulgaridad y mediocridad, negándose a reconocer valores e instancias superiores a él. Según, Ortega y Gasset, hay que distinguir, al hombre excelente que se exige mucho a sí mismo, del hombre vulgar que se contenta con lo que es y está encantado consigo. Por tanto, la división de la sociedad en masas y minorías, no es una división en clases sociales, sino en clases de hombres. En definitiva, el señorito satisfecho es una persona sin vocación, porque la vocación lleva a enriquecer las circunstancias y el hombre masificado no aporta nada ni a la sociedad ni a la Iglesia. He ahí el gran problema del hombre actual, vive la vida sin ninguna vocación porque no tiene nada que le genere tensión vital.
POSDATA: Los señoritos satisfechos se encuentran por doquier en todo tipo de instituciones: (educativas, políticas y eclesiales) imponiendo su vulgar opinión de malcriados.
Publicado en el periódico Vida Diocesana Junio 2011
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