jueves, 23 de enero de 2014

AMENAZADOS POR CONVIVENCIA…AMPLIEMOS EL HORIZONTE DE LA FRATERNIDAD



Por. José Raúl Ramírez Valencia. 

Autosuficiente, altanero, masificado, soberbio, voluble, lleno, indiferente, egoísta, tacaño e individualista son algunos rasgos de las personas cuando no les importa para nada la convivencia. Todas estas actitudes dividen, causan apatía, pereza, estrés, tormento y entorpecen la comunidad… en definitiva hieren la fraternidad, porque su interés está centrado en su soberbio y dictador yo mayúsculo. Ese tal yo es tan mayúsculo, que impide la apertura a los otros, o más detestable todavía, imponen a los otros su ego invasor, la otra persona no es un tú sino una prolongación de su ego. Cuando sucede esto el “ego” irónicamente “vive” mientras los demás sobreviven.


¿Qué entendemos, entonces, por fraternidad?: ¿será rezar, pasear y salir juntos? O acaso ¿celebrar juntos?, o tal vez ¿pertenecer a grupos de amistad?, o ¿asistir mediáticamente a exequias? O ¿estar todos alineados? La fraternidad no la podemos reducir o encasillar a estas instancias, va más allá, reclama otras dimensiones. La persona es apertura, comunicación, don, libertad, reconocimiento, sentimiento, diálogo; lo afirma la antropología del diálogo. Es en la relación yo-tu donde la vida adquiere sentido, “entre el yo y el tú se establece un encuentro que posibilita el acceso al Tú divino”, afirma Martín Buber. “No se puede convertir al tú en un ello, el ello es la relación que cosifica y aliena al otro”. “Es exclusivamente mediante la relación que tiene un yo con un tú que se accede a Dios.” La fraternidad es unidad en la diferencia, no igualdad. Sin duda alguna, el problema de la fraternidad radica en que no somos capaces de amar, “no ser amado es una simple desventura, la verdadera desgracia es no saber amar”, intuición planteada por el existencialista Albert Camus.  

Reconocernos, valorarnos, respetarnos, acogernos, estimarnos, estimularnos y motivarnos son verbos que patentizan la fraternidad. La experiencia de la fraternidad más que retorica o sustantivos son verbos que crean el “entre”, por eso, acontece el nos. El “entre” hace referencia al encuentro, no existe la fraternidad sin el encuentro, y el encuentro es relación de un yo con un tú, donde el tú verifica la grandeza del yo.

La fraternidad no son las instituciones, éstas son etéreas, solo se concretizan en las personas. La fraternidad parte del ser humano, ese ser de “carne y hueso, que come y duerme”, reza y siente. La razón de ser de las instituciones es el servicio a las personas y a las comunidades; toda institución ha de propender para que las personas sean acogidas, valoradas y defendidas. La fraternidad, también es apertura y preocupación por el hermano; el primer camino de la fraternidad es la cercanía, más aún, la fraternidad se expresa a través de la cercanía, podemos convivir juntos, pero permanecer distantes, trabajar en y para la misma empresa, parroquia o colegio y ser solo funcionarios, esto significa que podemos coexistir, estar al lado de alguien y no reconocerlo como un tú que enriquece mi vida. La fraternidad exige involucrarme con el otro para apoyarlo y promoverlo; la fraternidad no puede tener este eslogan: “yo no meto con usted para que usted no se meta conmigo”, la fraternidad reclama la corrección y la motivación fraterna, “exige que en el diálogo se mantenga la verdad y la fidelidad de los dos”, como dice Buber. La fraternidad no violenta al otro, más bien cree en él, y lo dignifica cuando se confía en él. Según Lévinas: “yo no soy el otro, pero yo no puedo vivir sin el otro.” La fraternidad reclama imperativamente la motivación y la comprensión mutua para superar la mera funcionalidad de las relaciones, dado que estas, captan el dinamismo interior de lo que acontece dentro de cada persona.   

En la fraternidad las jerarquías son superadas y adquieren otro sentido: servicio; palabras como: mayor, jefe, patrón, superior dentro de la dinámica de la fraternidad son situaciones verticales que crean distancian y extrañeza, a no ser, que sean asumidas dentro de la lógica del evangelio, “el que quiera ser el primero que se haga el último.” Albert Camus, con agudeza señaló: “No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo”. La fraternidad, más que verticalidades son horizontalidades que promueven y establecen el auténtico encuentro con el verdadero Tu-Dios.

Juan Pablo II, deudor y partícipe de la filosofía del diálogo escribió: “Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un "don para mí", además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente. En fin, espiritualidad de la comunión es saber "dar espacio" al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias” Así, pues, si no queremos estar amenazados por convivencia… ampliemos el horizonte de la fraternidad.

Publicado en el periódico Vida Diocesana Octubre 2013





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