jueves, 23 de enero de 2014

¿INTERCAMBIO O ENCUENTRO?: UN PROBLEMA EN LAS RELACIONES



Sin algún medio ha evolucionado a pasos agigantados y ha hecho revolucionar el mundo, han sido las comunicaciones, hasta tal punto de pensar en una mutación antropológica, como lo afirmó el entonces Papa Benedicto XVI. Es tanta la genialidad e innovación de las comunicaciones, que llamar al ser humano fantasmagórico, como lo hizo Ortega y Gasset, es decir, un creador de nuevos mundos y nuevas realidades, no es ningún idealismo, sino sensatez al ver tantos y tan variopintos avances.

A nivel antropológico se ha llegado afirmar que somos habitantes de tres entornos: el natural, correspondiente a lo constitutivo del ser humano; el urbanístico, conformado por todos los elementos propios de la ciudad, como el transporte, el comercio, la política; y, últimamente, el entorno virtual, el cual ha revolucionado los conceptos de tiempo y espacio. Este nuevo entorno ha suscitado diferentes interrogantes antropológicos: ¿qué significa presencialidad?, ¿encuentro?, ¿intersubjetividad?, ¿ciudadanía?, ¿comunicación?.., preguntas que tienen que ver directamente con las relaciones.

La comunicación virtual tiene sus delicias y amarguras. A través de las redes sociales, llámense correos electrónicos, Facebook, Whatsapp, Twitter y demás medios, han incrementado las comunicaciones, el mundo se ha vuelto una aldea global, como lo afirmó Marshall McLuhan en los años 60, pero esta aldea tiene el peligro de convertirnos en personas de meros intercambios, mas no de relaciones y encuentros profundos. A menudo se suele decir que tenemos cantidad de amigos por el sinnúmero de contactos en las redes sociales, cuando en realidad son meros intercambios ocasionales y circunstanciales. Encuentro, relación e intercambio no son sinónimos. 

El encuentro, según Martin Buber, se origina en la relación de un yo con un tú, mas no de un yo con un ello, dado que el ello es impersonal y distante. El intercambio se agota en lo útil y en lo funcional. Muchas supuestas relaciones nuestras con el almacenista, recepcionista, incluso con el médico, solo son intercambios, no encuentros. Podemos intercambiar computadores, archivos, carros y relojes, hasta ideas, pero no podemos intercambiar intimidades, corporeidades e individualidades.

Con gran asertividad y profundidad, el papa Francisco está abogando por una cultura del encuentro en todos los ámbitos sociales; significativas y profundas fueron las palabras enviadas en el videomensaje a los fieles de Argentina, reunidos en el santuario de San Cayetano: «“¿Usted da limosnas?”. Me dicen: “Sí, padre”. “Y cuando da limosnas, ¿mira a los ojos de la gente a la que le da las limosnas?”. “Ah, no sé, no me di cuenta”. “Entonces no lo encontró, le tiró la moneda y se fue. Cuando usted da limosna, ¿toca la mano o le tira la moneda?”. “No, le tiro la moneda”. “Y no lo tocaste, y si no lo tocaste, no te encontraste con él”». El encuentro exige el reconocimiento del otro, procura la propincuidad, palabra poco usada que significa cercanía.

Lamentablemente, estamos padeciendo una sociedad de intercambios y pocos encuentros, dado que muchas manifestaciones de la cultura han reducido la relación a meros intercambios. En muchas parejas de novios solo hay intercambios, no encuentros; desde esta perspectiva, son válidas las preguntas: ¿cómo hacer para que entre lo masculino y lo femenino se pase del intercambio al encuentro?; y cambiando de perspectiva, ¿cómo hacer para que la educación sea un encuentro gozoso y no un monólogo que ni siquiera llena los estándares mínimos del intercambio? ¿Cómo hacer de la pastoral un encuentro participativo entre sacerdotes y feligreses y no meros monólogos doctrinales? Cuando hay amor, hay encuentros, a mayor relación mayor encuentro.


Publicado en el periódico Vida Diocesana N. 150. Octubre 2013. ISSN 2248-8324

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