viernes, 24 de enero de 2014

Un nacimiento incluyente

Pbro. José Raúl Ramírez Valencia. 

En los últimos días, las principales ciudades del mundo han sido escenario de numerosas protestas que reflejan la inconformidad social, política y económica de la ciudadanía. Estas manifestaciones no pueden ser ignoradas, pues evidencian un reclamo profundo por una sociedad y una economía más solidarias, responsables e inclusivas.

Un claro ejemplo es el movimiento ciudadano de los indignados, cuyo lema, “no somos marionetas en manos de políticos y banqueros”, denuncia la complicidad entre políticos, empresarios y banqueros, que actúan movidos por intereses propios, dejando de lado el bienestar colectivo.

Por otro lado, se suman las protestas de los estudiantes universitarios, quienes reivindican el derecho a una educación superior digna y accesible, expresando su descontento ante su vulneración.

Estas movilizaciones representan un llamado urgente a la construcción de un mundo nuevo, fundamentado en valores de humanidad y justicia social, junto a un sistema económico más ético y equitativo.

Además de los indignados, existe otro grupo que no sólo expresa inconformidad, sino que grita desde la rabia y la frustración: los marginados y excluidos. Mientras los indignados cuentan con cierta visibilidad y, en ocasiones, encuentran eco en sus demandas, los excluidos, o como algunos los denominan, los "mega-ausentes", son aquellos "nadies" que ni siquiera poseen una patria para reclamar. Son los invisibles del cuarto mundo, una realidad paradójica en las grandes ciudades de los países desarrollados. Para ellos, no se aplica la lógica de sumar, sino de restar, según los estrictos cánones de la economía moderna.

El sacerdote francés Joseph Wresinski describió con claridad esta realidad y denominó a este grupo como los miembros del cuarto mundo. En un acto emblemático, en pleno atrio de los derechos humanos y las libertades en París, Wresinski organizó una conmemoración a la que asistieron más de 100 mil personas de diversas partes del mundo. Allí, rindieron homenaje a las víctimas de la miseria e hicieron un llamado urgente a las Naciones Unidas para que se reconociera la pobreza extrema como una violación a los derechos humanos.

En ese mismo lugar se instaló una placa con un mensaje contundente: “Donde hay hombres condenados a vivir en la miseria, los derechos humanos son violados. Unirse para hacerlos respetar es un deber sagrado”. Esta iniciativa logró reconocimiento oficial, y el 22 de diciembre de 1992 se aprobó la declaración que instituye el 17 de octubre como el Día Mundial para la Erradicación de la Miseria.


Joseph Wresinski, en sus escritos, argumenta que Jesús nació en el "cuarto mundo", un contexto de marginación total, y que precisamente al hacerlo, no dejó fuera ninguno de los derechos humanos. Según Wresinski, si Jesús hubiera nacido en un entorno social diferente, inevitablemente habría excluido ciertos derechos y, con ello, a quienes los representan. La familia de Nazaret encarna el desarraigo: cuando Jesús nació fue excluido de su país. José descendiente de David, no encontró lugar en Belén aun siendo el país de sus antepasados. Además, José y la Virgen embarazada se vieron obligados a permanecer en las afueras de la ciudad. El único refugio que encontraron fue una cueva o pesebrera. La cueva servía de refugio a los pastores y a algunas personas que estaban sin ningún renombre social. El Mesías al nacer en la marginación-exclusión incluyó a todos los seres humanos y todos sus derechos.

“Todos te buscan”, buscan a Dios" ¿Será que la búsqueda de Dios está generando un compromiso con las personas del cuarto mundo? ¿O sólo se está quedando en una presencia intimista sin ningún compromiso social? Para nosotros el cuarto mundo está representado en los drogadictos, prostitutas, gamines, “desechados”… Quizás por estar pensando tanto en los desplazados hemos perdido de vista a estos habitantes del cuarto mundo. Una búsqueda auténtica de Dios de inmediato lleva al compromiso con los más necesitados.


Publicado en el periódico Vida Diocesana Diciembre 2011

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