viernes, 24 de enero de 2014

INCAPACIDAD O DIFICULTAD: FRÁGILES EN ESPERANZA

José Raúl Ramírez Valencia 
Al iniciar el año judicial, el Papa Benedicto XVI, en su discurso a la Rota Romana, decía que, en la práctica, se había destruido el valor del matrimonio cristiano, debido a la multiplicación exagerada y casi automática de las declaraciones de nulidad. El pretexto de los creyentes es la inmadurez o la debilidad psíquica. Inmadurez que en no pocas circunstancias podría confundirse con la incapacidad para contraer matrimonio.  

Ahora bien, si la mayoría de los casos de nulidad es por incapacidad personal y no por dificultad, eso significa que la capacidad innata de la persona para contraer matrimonio y, en consecuencia, la verdad del sacramento, están en entredicho. Ante esa mentalidad, hay que objetar que una cosa es la carencia de aptitud para la realización de tal fin, y otra muy distinta la dificultad para realizarlo por determinadas razones. 



Esa mentalidad de la "incapacidad" se está difundiendo y arraigando en muchos sectores de la sociedad que ven en el matrimonio un impensable, impracticable e imposible humano de alcanzar. Así la realidad, el hombre queda desencantado y reducido al círculo vicioso de lo momentáneo, lo placentero y lo inmediato. El matrimonio exige todo lo contrario: encanto, proyecto, entrega y sacrificio. 
Esa forma de pensar, en la cual se confunde la incapacidad con la dificultad, tiene su origen en el ideal enmascarado de la felicidad que proclama la sociedad vociferante del individualismo y el consumismo. Estanislao Zuleta, pensador colombiano, en su texto "Elogio de la Dificultad", escribió: "nuestro problema no consiste solamente ni principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos". Es decir, en vez de desear una relación humana inquietante, perdurable y enriquecedora que exija una renuncia y una lucha cotidiana por el ser amado, deseamos un idilio sin sombras. En vez de desear la entrega sincera y bondadosa al otro, deseamos nuestra propia satisfacción hedonista. Y, en lugar de desear una sociedad en la cual sea realizable y necesario trabajar arduamente, deseamos un mundo de satisfacción, donde el placer y el disfrute son valores absolutos y el esfuerzo y el sacrificio se convierten antivalores. 

De igual manera, Ortega y Gasset, refiriéndose a Goethe, el gran escritor alemán, decía: "éste no fue más grande porque no tuvo mayores dificultades." Un hombre sin dificultades caería en la indolencia y perdería todo su poder creador. La dificultad no es incapacidad, es camino y búsqueda de lo más genuino y verdadero y lo más genuino y verdadero del matrimonio es la íntima comunión de vida y amor entre un hombre y una mujer. 

Este desencanto de ver en la dificultad una incapacidad para la entrega sincera de las personas en el matrimonio, es lo que el Papa ha denominado como "pesimismo antropológico." No sin razón, hablar hoy de santidad, fidelidad, entrega, honestidad, castidad, fraternidad, obediencia, pobreza y renuncia suenan a lastre de la historia y a valores imposibles de alcanzar. Este pesimismo antropológico, tiene su origen en las diversas concepciones que han malinterpretado y manipulado al hombre, dejando en no pocos sectores de la sociedad inconsistencias y vacíos existenciales. Expresiones tales como: el hombre es un lobo para el hombre, una pasión inútil, un ser para muerte, un inadaptado o un hombre que se encuentra pagando una condena, son miradas antropológicas que han lastimado y entorpecido al hombre de tal manera, que lo han reducido a lo meramente frágil y lábil, desconociendo y a la vez, descalificando la grandeza del mismo hombre, pues el hombre aunque es frágil, también ha sido redimido. Por eso, uno de los mejores acercamientos a la realidad del hombre es interpretarlo como un ser frágil en esperanza. 

Frágil, por ser animal vulnerable, instintivo y pecador; en esperanza, por ser criatura iluminada desde un más allá de lo humano a través de la gracia. No confundamos la dificultad con la incapacidad, somos frágiles en esperanza. 

Publicado en el periódico Vida diocesana. N. 119. Enero- febrero 2009

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