jueves, 23 de enero de 2014

¿Y QUIÉN MÁS DEBE DE RENUNCIAR?


Cuando Joseph Ratzinger hizo su primera aparición como Papa en la ventana del Vaticano dijo: “Soy un humilde servidor en la viña del Señor”. Consciente y convencido de esta realidad, él ha tomado la decisión libre, madura, sensata y certera de renunciar a la cátedra de Pedro. Ratzinger, hoy Benedicto XVI, pensador prolífico, original, polémico, profundo e infatigable “cooperador de la verdad”,-lema episcopal, que se ha convertido en el principio orientador de todo su ministerio-; verdad y sensatez son valores con los cuales se puede definir la personalidad del Papa. Benedicto con su renuncia manifiesta la unidad entre verdad y libertad, sensatez y razón, fe y fidelidad.

Ratzinger, como pensador controvertido en ningún momento ha abdicado a la razón en aras de la fe: prueba fehaciente de ello, es su misma decisión; tildado de dogmático y conservador, con su iniciativa de dejar el papado ha manifestado apertura, grandeza y pensamiento avanzado. Su dimisión la hace desde la fe y en el año de la fe, además, la da a conocer, precisamente en el consistorio, donde anuncia también la canonización de tres santos, ¡qué milagro el de estos tres juntos!; -de paso- la noticia del Papa obnubiló el despliegue noticiero de la canonización de la madre Laura; muchos en el mundo ni siquiera se dieron por enterados que Colombia, país del sagrado Corazón y de Pablo Escobar, ya tiene una santa, en fin renuncia y anuncio una diada para pensar. Sus palabras de inicio del pontificado de abril del 2005 adquieren plenitud el 28 de febrero de 2013, solo desde la humildad se entiende que Benedicto XVI, desde su clausura y silencio, siga siendo un fecundo colaborador en la Iglesia. 

“He examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino” “Si el Papa llega a reconocer con claridad que física y psicológica no puede ya con el cargo de su servicio, tiene derecho, y en ciertas circunstancias, también el deber de renunciar.” Estas dos expresiones, una pronunciada el día del anuncio de su retiro y la otra en la entrevista del 2008, constituyen el piso teórico de su renuncia inesperada para nosotros, pero preparada y asimilada por él. La renuncia Papal marca un hito en la historia, rompe paradigmas y abre horizontes, no solo para la Iglesia, también para el mundo. Su dimisión se ha convertido en la magistral catedra contemporánea del gran dogmático Ratzinger para tantas dinastía, monarquías, dictaduras y personas anquilosadas en el poder, que ni hacen ni dejan hacer. Libertad, transparencia, sensatez, humildad y heroísmo son adjetivos para calificar esta iniciativa. Las no renuncias a tiempo: atrasan, congelan, estancan y entorpecen la historia. La renuncia de Benedicto hace un llamado a la conciencia de cada persona: ¿en qué momento preciso y oportuno se debe dar un paso al costado? No es la renuncia por la renuncia, por cobardía o evasión de responsabilidades… es la renuncia en aras de la verdad, sentido común y fidelidad a una misión; solo las personas sensatas saben que hacerse a un lado en muchas circunstancias es más acertado e implican mayor fidelidad y testimonio a una institución que permanecer anquilosadas y ancladas al frente de ellas. 

¿Y quién más debe renunciar? Todo aquel que se cree autosuficiente y siente que no tiene sucesor, es decir, que piensa que la historia, la institución, el estado o la empresa terminan con él. También debe de hacerse a un lado aquel que no sirve a la viña sino que se sirve de la viña, por eso la vitupera, falsea, entorpece y enfría sus procesos, además, debe de renunciar en conciencia aquel que en vez de sumar resta, y claro está que también debe renunciar aquel que no está a la altura de los tiempos, ni física, ni mental, ni psicológicamente. Toda esta realidad descrita significa que hacen falta renuncias civiles, religiosas, estatales y empresariales. Esta renuncia oxigena la Iglesia y la sociedad, no por ser de Benedicto XVI, sino por todo el panorama social que se abre. Sin duda se pondrá de moda la expresión: “si renunció el Papa usted porque no puede renunciar”. Aprendamos de Benedicto a leer los signos de los tiempos y a partir de ellos tomar decisiones sabias y certeras en bien de la Iglesia y de la historia.

Publicado en el periódico Vida Diocesana marzo 2013 


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