Por. José Raúl Ramírez Valencia.
Si alguna temática identifica al Papa Benedicto XVI es propiamente la lucha con el relativismo, teoría que postula que no existen posiciones falsas sino puntos de vista distintos, lo cual significa que la verdad depende de, además esta postura tiene la osadía de afirmar que es imposible acceder a la verdad; en palabras del propio Papa: “es una posición caprichosa que busca satisfacer las apetencias del yo”, anteponiendo las convicciones y creencias personales por encima de la fe. Si hacemos un recorrido por sus encíclicas se puede ver claramente la agudeza de su pensamiento en lo que respecta a este tema.
En su reciente encíclica, Caritas in Veritate, Benedicto XVI alude directamente al relativismo de la caridad, donde se pensaba y se creía que la verdad no tenía ninguna incidencia en los escenarios de la caridad, sólo bastaba hacer “caridad” sin sopesar ninguna connotación social. En su segunda encíclica Spe Salvi, intuía agudamente al relativismo del progreso, el cual consiste en identificar progreso con esperanza; no todo progreso conlleva esperanza; en no pocas situaciones el tal llamado progreso está aprisionado y deshumanizando al hombre, ¿de qué tiene miedo el hombre?: de su propio progreso, decía el amado Juan Pablo II. Hasta aquí el análisis de la caridad y la esperanza. ¿No faltará hacer alusión al relativismo de la fe? ¿Será que la fe permite y válida todo?
No son pocos los que terminan haciendo y validando todo que la gente hace en nombre de la fe; por ejemplo, el lacerase el cuerpo hasta el extremo en la procesión del Viernes Santo, simplemente porque tienen fe, el pedir la intercesión de la Virgen cuando se emprende una acción en contra de los demás, el bendecir algunos negocios que van en contra del bien común; o seguir con una serie de rituales exotéricos que más que un rito de un sacerdote católico parece más la acción mediática de un chamán; o tantas otras acciones que favorecen más el ídolo de la costumbre que el crecimiento en la fe, simplemente porque la gente lo pide o, más preocupante aún, porque es la “fe de la gente.”
Este mal entendido de la fe termina en el relativismo pastoral, donde lo más importante es creer no importando en quién se cree y cómo se cree. No es cuento, existen personas tan católicas y piadosas que les gustaría un divorcio con misa en un templo con flores e invitados. Seguir haciendo supuestamente pastoral a partir de lo que la gente le gusta y no a partir de la reflexión y el discernimiento de lo que a la gente le conviene y necesita como pueblo de Dios es lo que bien se puede denominar relativismo pastoral; en donde la fe, la esperanza y la caridad más que virtudes teologales se presentan como apetencias del yo. ¡Cuidado¡, nuestras acciones pastorales muchas veces acolitan y promueven el relativismo de la fe, la esperanza y la caridad¡
Fue precisamente el mismo Benedicto XVI, en la Universidad de Ratisbona, quien prendió las alarmas con respecto al relativismo en la fe. La fe no me faculta para hacer o pedir lo que yo quiera, ni muchos menos autoriza medios y fines irracionales con tal de implantar la “fe”; más concretamente, no se puede utilizar la violencia para implantar la fe. Incluso, “actuar contra la razón es actuar contra la naturaleza de Dios”, afirmaba Benedicto en la universidad alemana. Pensar que Dios obra sin lógica, sin razón ha hecho que vayamos cayendo en una religión ligh, a la carta, relativista, con consecuencias aterradoras, como acoger y aceptar una fe sin ética y sin razón. Una fe sin ética, sin razón, en el buen sentido de la palabra es una manifestación esotérica, donde todo se puede con tal que sea inspirado supuestamente por la “fe.” No confundamos lo irracional con la razón. Ojalá nuestras acciones pastorales no oscurezcan el verdadero rostro de Dios simplemente con argumento como éste: es la fe de la gente, podemos caer en relativismos pastorales.
Publicado en el periódico Vida Diocesana. 2011
En su reciente encíclica, Caritas in Veritate, Benedicto XVI alude directamente al relativismo de la caridad, donde se pensaba y se creía que la verdad no tenía ninguna incidencia en los escenarios de la caridad, sólo bastaba hacer “caridad” sin sopesar ninguna connotación social. En su segunda encíclica Spe Salvi, intuía agudamente al relativismo del progreso, el cual consiste en identificar progreso con esperanza; no todo progreso conlleva esperanza; en no pocas situaciones el tal llamado progreso está aprisionado y deshumanizando al hombre, ¿de qué tiene miedo el hombre?: de su propio progreso, decía el amado Juan Pablo II. Hasta aquí el análisis de la caridad y la esperanza. ¿No faltará hacer alusión al relativismo de la fe? ¿Será que la fe permite y válida todo?
No son pocos los que terminan haciendo y validando todo que la gente hace en nombre de la fe; por ejemplo, el lacerase el cuerpo hasta el extremo en la procesión del Viernes Santo, simplemente porque tienen fe, el pedir la intercesión de la Virgen cuando se emprende una acción en contra de los demás, el bendecir algunos negocios que van en contra del bien común; o seguir con una serie de rituales exotéricos que más que un rito de un sacerdote católico parece más la acción mediática de un chamán; o tantas otras acciones que favorecen más el ídolo de la costumbre que el crecimiento en la fe, simplemente porque la gente lo pide o, más preocupante aún, porque es la “fe de la gente.”
Este mal entendido de la fe termina en el relativismo pastoral, donde lo más importante es creer no importando en quién se cree y cómo se cree. No es cuento, existen personas tan católicas y piadosas que les gustaría un divorcio con misa en un templo con flores e invitados. Seguir haciendo supuestamente pastoral a partir de lo que la gente le gusta y no a partir de la reflexión y el discernimiento de lo que a la gente le conviene y necesita como pueblo de Dios es lo que bien se puede denominar relativismo pastoral; en donde la fe, la esperanza y la caridad más que virtudes teologales se presentan como apetencias del yo. ¡Cuidado¡, nuestras acciones pastorales muchas veces acolitan y promueven el relativismo de la fe, la esperanza y la caridad¡
Fue precisamente el mismo Benedicto XVI, en la Universidad de Ratisbona, quien prendió las alarmas con respecto al relativismo en la fe. La fe no me faculta para hacer o pedir lo que yo quiera, ni muchos menos autoriza medios y fines irracionales con tal de implantar la “fe”; más concretamente, no se puede utilizar la violencia para implantar la fe. Incluso, “actuar contra la razón es actuar contra la naturaleza de Dios”, afirmaba Benedicto en la universidad alemana. Pensar que Dios obra sin lógica, sin razón ha hecho que vayamos cayendo en una religión ligh, a la carta, relativista, con consecuencias aterradoras, como acoger y aceptar una fe sin ética y sin razón. Una fe sin ética, sin razón, en el buen sentido de la palabra es una manifestación esotérica, donde todo se puede con tal que sea inspirado supuestamente por la “fe.” No confundamos lo irracional con la razón. Ojalá nuestras acciones pastorales no oscurezcan el verdadero rostro de Dios simplemente con argumento como éste: es la fe de la gente, podemos caer en relativismos pastorales.
Publicado en el periódico Vida Diocesana. 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario