lunes, 11 de noviembre de 2024

Tan parecidos que se confunden

 

Por José Raúl Ramírez Valencia

En El extranjero, Albert Camus describe a Meursault, su protagonista, como un hombre extraño y difícil de comprender en su manera de enfrentar los acontecimientos de la vida. Tal vez sea un hombre indiferente o insensible. Meursault mata a una persona con la que no tiene una relación significativa y, tras ser capturado, el juez lo condena. Sin embargo, la sentencia no parece ser tanto por el asesinato, sino más bien por su indiferencia y falta de reacción ante la muerte de su madre.

Cuando recibe el telegrama del asilo que le comunica escuetamente: “Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”, Meursault simplemente piensa: “Hoy ha muerto mamá. O quizás ayer”. No expresa ningún sentimiento, y en el velorio fuma un cigarrillo y toma café, como si se tratara de un conocido cualquiera. Después del sepelio, regresa a su lugar de residencia y se encuentra con su vecino, un hombre mayor llamado Salamano, quien, tras la muerte de su esposa, adoptó a un perro con el que vive desde hace años en una pequeña habitación. La convivencia los ha hecho cada vez más parecidos, a pesar de que se detestan mutuamente. Salamano saca al perro dos veces al día, lo regaña y le habla como si fuera su compañero. El perro tiene sarna, y Salamano, costras rojas en la piel. Ambos caminan encorvados, con el hocico y el cuello inclinados hacia adelante, y ambos tienen un carácter tosco. A veces, ambos “se toman del pico”. Curiosamente, durante el juicio de Meursault, Salamano es llamado a testificar y lo único que logra aportar es que había tratado bien a su perro y que ingresó a su madre en el asilo porque no tenía nada de qué hablar con ella.

Tanto Meursault como Salamano viven en mundos aislados, pero ambos comparten una incapacidad de relacionarse emocionalmente con los demás, reflejando un vacío existencial profundo. Los dos personajes parecen no encontrar valor en las relaciones humanas, y por ello buscan consuelo en formas de compañía que no pueden ofrecerles una satisfacción auténtica. Mientras que Meursault es apático hacia las personas, Salamano intenta, aunque torpemente, establecer una conexión a través de su perro. En cierto sentido, ambos son extraños en su propia existencia; paradójicamente, el único ser “normal” parece ser el perro. Salamano y Meursault tienen poco que decirles a los demás; están tan inmersos en su propio mundo que la indiferencia y la insensibilidad son los rasgos distintivos de su absurda existencia. No olvidemos que Camus es el pensador del absurdo, y que las relaciones absurdas surgen de una vida carente de sentido.

La soledad un interrogante existencial:

El perro simboliza la soledad de Salamano. Después de la muerte de su esposa, Salamano adopta un perro, quien, aunque no llena el vacío afectivo que ella dejó, proporciona una estructura mínima en su vida. Esto puede entenderse como una metáfora de cómo, al perder los vínculos afectivos con las personas, a menudo los sustituimos por animales, adoptando así una estructura de compañía básica. En la sociedad actual se observa un fenómeno similar: muchas personas renuncian al contacto genuino con los demás y prefieren la compañía de mascotas a la de seres humanos. A veces, incluso se elige una mascota en lugar de un hijo o un hermano. Salamano vive en un profundo aislamiento emocional y social, y el perro se convierte en su única compañía.

La desconexión existencial: una pregunta existencial

Tanto Meursault como Salamano están emocionalmente distantes de los demás. Meursault decide ingresar a su madre en un asilo porque no siente que haya nada de qué hablar con ella. Salamano, por su parte, maltrata a su perro, ya que no logra establecer una relación afectiva con él ni con ninguna otra persona. Esto sugiere que, cuando no somos capaces de formar vínculos significativos con los seres humanos, podemos proyectar nuestras frustraciones en los animales o adoptar una indiferencia hacia quienes nos rodean. En estos casos, la relación con los animales o la indiferencia hacia las personas se convierten en formas de compensación emocional.

Espejo de sí mismo: una proyección existencial.

Salamano se ve reflejado en su perro. Ambos comparten un carácter hosco; el perro sufre de sarna y Salamano de costras en la piel. Esta similitud simboliza cómo las relaciones de maltrato no solo afectan a la víctima, sino también deterioran al agresor. En muchos casos, cuando las personas están emocionalmente deterioradas y tienen poca capacidad para establecer relaciones auténticas, terminan refugiándose en relaciones agresivas o proyectan en ellas sus vacíos existenciales, sus angustias y emociones reprimidas, como la soledad y la inseguridad en las relaciones humanas. El maltrato, en estos casos, puede verse como un mecanismo de defensa ante la impotencia de establecer vínculos afectivos genuinos. Para Salamano, el maltrato hacia su perro parece ser una forma indirecta de lidiar con su propio vacío existencial. Que haya reducido su interacción social solo a su perro también denota su aislamiento y alienación profundos.

POSDATA: Cada vez que aparece un humano con una mascota surge la pregunta: ¿se parecen o son diferentes?

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