sábado, 8 de junio de 2024

El nuevo burgués: un pequeño burgués

 

                                                                  Por José Raúl Ramírez Valencia.

Emanuel Mounier, fundador del personalismo, quien vivió entre los años 1905-1950, con profundidad, señala al nuevo burgués como el hombre que ha perdido el sentido del ser al moverse más entre cosas utilizables y despojadas de su misterio. Alguien que ha perdido el amor y en las cosas de fe vive como un cristiano sin inquietud o un incrédulo sin pasión; ha sustituido al héroe del renacimiento y al santo del medioevo por el hombre del confort, cuyos deseos excéntricos los convierte en reclamos de justicia. Lo paradójico es que entre el burgués de aquellos tiempos y el burgués de nuestros días no existe diferencia de naturaleza, sino de grado y de medios; los valores del nuevo burgués son los del rico, debilitados y enflaquecidos por la indigencia y la envidia del pequeño burgués, que critica al burgués, pero tiene comportamientos burgueses sin ser burgués.

      

El pequeño burgués de nuestro tiempo se cataloga como alguien que piensa solo en sus gustos y capacidades, sin preocuparse por los otros; su energúmeno individualismo se impone sobre el sentido común. Es alguien que tiene como objetivo viajar por turismo o por la simple moda de tomarse una foto en la puerta del museo, aunque no ingrese en él; estudia para viajar, no para servir, ni mucho menos con el objetivo de ser más sabio. Por otro lado, está muy metido en el balcón de las redes sociales, (según Francesc Torralba, “balcón” en el sentido en que la gente fisgoneaba a ver qué pasaba en la calle y que chisme se agarraba), es decir, utiliza las redes sociales con el pretexto de estar actualizado, ¿estar actualizado en qué? ¿en chismes sociales? El nuevo burgués prefiere comunicarse con su celular que atender a la persona que tiene al frente y le parece de poca monta encontrarse con los otros sin ninguno aparato tecnológico. Rechaza la tradición, la considera anquilosada y monótona; eso lo dice, no porque la conozca, sino por su desconocimiento; piensa que conservar algo del pasado es una idiotez. Absolutiza su opinión por encima de los referentes y los sabios, sus ideas son una coraza que impiden la confrontación.  

El nuevo burgués llama a sus papás sus mejores amigos, porque lo comprenden, aunque no lo orienten, ni lo formen; los ve como sus mejores “parceros”. Considera a la familia como una institución cerrada y arcaica, le interesa en la medida que satisface sus deseos. No se escandaliza con nada que tenga que ver con la sexualidad, todo lo considera expresión de la libre personalidad, se siente comprensivo y abierto de mente con respecto a las nuevas tendencias sexuales, así contradigan la naturaleza humana y el sentido común, termina confundiendo dignidad con deseos subjetivos. Más aun, le da más importancia a las mascotas que a las personas, no tiene hijos para no complicarse la vida, dice amar a los niños de los demás; considera que tener un hijo es esclavizarse, pero cuidar una mascota es un acto de supremo heroísmo. Se refugia en principios ecologistas para no asumir su responsabilidad maternal o paternal, valora más lo ecológico y a las mascotas que lo humano, olvidando que es un humano que nació de humanos, ve a sus hermanos como enemigos.

El nuevo burgués es aquel que piensa que creer en Dios o ser parte de la iglesia es una cuestión del pasado, y cuando quiere creer, cree en un Dios según su estilo personal. Habla de energía espiritual y no de un Dios personal, compagina con todas las modas habidas y por haber como expresión de su máxima espiritualidad.   

Por último, el nuevo burgués prefiere tomar Coca Cola y comer hamburguesas, en vez de comidas y jugos hechos en casa, aun sabiendo que son más saludables. Busca salir a divertirse después de las once de la noche, aunque perturbe la paz de sus seres queridos. Prefiere un TikTok que una conferencia profunda. No le interesa el pasado, sino el presente, quiere seguir siendo el eterno joven; cirugías van y vienen, como respuesta al sentirse y verse bien.  En definitiva, estamos habitados de una cantidad de pequeños burguesitos, que hasta nosotros mismos cada día nos parecemos más a esos chiquitos burgueses o como dice Walter Benjamin: "la clase media es espiritual y materialemente proletariada" 

POSDATA: El nuevo burgués tiene un espíritu inflado de vacío, supremo egoísta al que no le importan los otros. El problema es que, sin querer queriendo, tenemos mucho de pequeños burgueses. El chiquito burgués opaca lo auténticamente humano. 

 

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