martes, 21 de mayo de 2024

Celebramos más y pensamos menos.

                                                                           Por José Raúl Ramírez Valencia

En un texto escrito después de la Segunda Guerra Mundial, hablando sobre la serenidad Heidegger cuenta que lo invitaron a un acto conmemorativo por el centenario de la muerte del gran músico alemán Conradin Kreutzer. En sus palabras aduce que “cada vez se conmemora más y se piensa menos”; las conmemoraciones se han reducido a protocolos y actos sociales. Según la Real Academia Española, celebrar es festejar, ensalzar y elogiar, mientras que conmemorar es recordar con respeto. Reconociendo la diferencia evidente entre celebrar y conmemorar, no está de más ampliar la expresión de Heidegger y decir: hoy se conmemora y se celebra más, aunque se piense menos. Se buscan pretextos para celebrar y excusas para huir del pensar.

Muchas celebraciones y conmemoraciones redundan en evaluaciones sobre lo logístico, la integración y el entretenimiento; importa el “encuentro” aunque el razonar quede inactivo. En fin, abundan los motivos para celebrar y escasean los encuentros para pensar; mejor dicho, los escasos motivos que se tienen para pensar terminan en momentos para celebrar.  Solo por poner un ejemplo, el 8 de marzo día internacional de la mujer, muchas instituciones celebran y agasajan a las mujeres, les regalan flores, pero poco se reflexiona sobre la realidad y los retos de la mujer      

Después de una celebración -aclaro no de todas-, un buen número de personas regresan más emotivas y emocionales, cuando no más masificadas y manipuladas, con pocos deseos de pensar y con la mentalidad prosaica de que la vida es sencilla y no hay razones para complicarla. No es trova sino realidad: En muchas reuniones eclesiales, empresariales y comités educativos, abunda la buena mesa y el sinnúmero de puntos varios y, paradójicamente, el pensar reflexivo está ausente, aunque el motivo que convocaba la reunión era pensar la realidad. Cuando se piensa se cuestiona, no solo la monotonía de los quehaceres, sino también la autenticidad y la ética de lo que hacemos. Quien piensa toma distancia atenta, quien piensa des-cosifica los eventos y las cosas. Si se pensara más seríamos más creativos.   

Heidegger, en el mismo texto, advierte con respecto a las noticias, “que se toman por el camino más rápido y económico y se olvida en el mismo instante con la misma rapidez”. Las noticias son tantas y tantas las posibilidades de acceder a ellas -medios de comunicación y redes sociales- y para colmo de males, en no pocas ocasiones las presentan como un sainete o una tira cómica para que creamos que son una mezcla de realidad y entretenimiento. Somos presa del activismo noticiero, el afán de estar al día impide pensar, cada vez somos más irreflexivos.

En otro apartado, Heidegger afirma: “el pensamiento es un huésped inquietante que en el mundo de hoy entra y sale de todas partes”, poco habita nuestro ser. Según Heidegger, no es que no se piense, sino que se dilapida la capacidad de pensar en cuestiones de cálculo. Muchos comités empresariales, eclesiales y educativos se reúnen para llenar formatos, responder encuestas y analizar datos sobre la eficiencia y eficacia, y a eso lo llaman pensar. La ciencia no piensa; según Heidegger, se redujo a lo cuántico, olvidó el pensar meditativo que constituye al ser del hombre. Quien se centra en el pensar cuantitativo huye del auténtico pensar. “Pobres y faltos de pensamiento” es el diagnóstico del tiempo actual. Pobres en cuanto todo se reduce a la opinión y al deseo personal, y faltos en cuanto que el ropaje de los datos y las encuestas son presentados como la esencia del pensar. Sin pensamiento reflexivo, ni las instituciones ni la sociedad avanzan; quizás sean más eficientes y eficaces, mas no sabias. El pensar meditativo deja desnuda la superficialidad de aquellos que confunden el ser de las cosas con los datos sobre las cosas.  

El hombre de hoy padece un desarraigo del pensamiento, vive metido en la información y en la técnica, esclavizado y enajenado, llama pensar a su deseo emocional y calculador. El problema es que no se ha dado cuenta de que está huyendo del auténtico pensar y cree que está pensando. Así mismo, el pensar práctico no deja espacio al pensar meditativo. Se sigue haciendo lo que se venía haciendo, no hay necesidad de repensar lo que hacemos, ni mucho menos esforzarnos en pensar nuevos proyectos. No es casualidad, se convoca una reunión para pensar y se termina haciendo lo mismo, por falta de un esfuerzo del pensar. El pensar meditativo exige disciplina y un arduo entrenamiento.

El filósofo español Ortega y Gasset, en la época del positivismo científico y del psicologismo preponderante, propuso la razón vital: una razón que cuestione la vida y una vida que interrogue la razón. Somos más que celebraciones; celebremos, pero no huyamos del pensar responsable.   

POSDATA: En muchos consejos abundan los señores calculadores y los aduladores de turno, que opacan el pensar meditativo. Solo el pensamiento reflexivo puede confrontar y cuestionar las cifras ensordecedoras que decoran y distorsionan la realidad.

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