domingo, 14 de abril de 2024

Mas allá de las discusiones superficiales. ¿Volver a lo Medieval?

 

Por José Raúl Ramírez Valencia 

Chesterton fue un literato inglés (1874-1936), un hombre que en plena época de tantos cambios a nivel cultural, social y artístico, abogó por el hombre común y corriente, aunque la sociedad apostaba por estilos estrambóticos, realidad no muy lejana a nuestra cultura que exalta lo excéntrico y lo extravagante, pero chifla y ridiculiza sin ninguna sindéresis al hombre que habla de heterosexualidad, iglesia, Dios, matrimonio y familia tradicional; en fin, a quien defiende o apuesta por estos temas, lo consideran un cavernícola indeseable para este mundo. 

Cuenta Chesterton (2009) con ironía o, mejor dicho, con paradojas, como solía hacerlo, que en una calle se produjo una discusión en torno a un poste de la luz que la gente quería derribar. Antes de tumbarlo acuden a un monje medieval a preguntarle sobre la pertinencia o no de derribarlo. El monje, con convicción escolástica, invita primero a considerar el valor de la luz, si la luz en sí misma es buena. Cuando empieza hacer la reflexión, lo insultan con improperios, al mismo tiempo que lo callan a golpes, al considerar poco útil su análisis. Seguidamente la gente, sin ninguna reflexión, se lanzan contra el poste hasta derribarlo y para colmo de males, terminan felicitándose mutuamente. Al pasar el tiempo comienzan los reclamos y se complican las cosas. Al ver que no tenían luz, algunos aducen haber derribado el poste porque querían y no querían luz eléctrica; otros querían hierro viejo; otros simplemente necesitaban la oscuridad para poder realizar sus fechorías; otros, apoyados en sus motivaciones sociales solo buscaban destruir el patrimonio municipal o simplemente destruir algo. Lo más triste de todo es que en la noche se produce una pelea a causa de la destrucción del poste y ninguno sabía por qué se golpeaban. Al tiempo llegan a la conclusión de que el monje tenía razón. Solo que, lo que podrían haber discutido a la luz, ahora deben discutirlo en medio de la oscuridad.   

A estos inquietos personajes poco les interesó lo esencial: la luz. Cada uno tenía sus sin razones para destruirlo. A kilómetros estaba el interés por reflexionar acerca de la luz; en fin, el malestar de nuestro tiempo consiste en que nos movemos más por las sinrazones que por razones, y lo más triste es que al llegar a la noche de nuestra vida caemos en la cuenta de que la mayoría de nuestros esfuerzos estuvieron centrados en las sinrazones, todo por no preguntarnos por lo esencial de la vida. Solo unas preguntas, querido lector ¿Sabes por qué discutes? ¿sabes si trabajas por lo esencial de la vida? Al plantear estos interrogantes es posible que surja la cuestión de fondo: ¿será que prevalece la razón o el sin sentido de lo que quiero porque lo quiero y no de lo que quiero porque lo veo razonable? En muchas discusiones prevalece lo emocional sobre lo verdadero, lo práctico sobre lo esencial, lo inmediato sobre lo profundo, lo estrafalario sobre el sentido común. Así mismo, no solo es superficial discutir o discutir superficialmente con quienes solo defienden la parcela de sus opiniones y sus caprichos sin preguntarse por el bien común, sino que también quienes discuten o planean nuevos proyectos sin tener presente el bien y la verdad y terminan haciendo doblemente superficial la discusión y la planeación 

La otra enseñanza que presenta el texto de Chesterton es la necesidad de acudir en primera instancia al monje medieval, no al coach, ni al estadista, tampoco al mercadista que en pocas ocasiones conocen más datos sobre el producto que el mismo producto como tal, vale la aclaración, a no ser que estos sujetos hayan escuchado y asimilado la sabiduría del monje medieval. Por ejemplo, puede suceder que en no pocas parroquias al momento de planear la Semana Santa se preguntan más por qué hacer   -procesiones, arreglos- y no qué es la Semana Santa, y al final terminan en quiebra y cansados, no porque celebraron el triduo pascual, sino porque hicieron un buen número de procesiones y arreglos sin los cuales paradójicamente la misma Semana Santa hubiera sido más Santa. Mas aún, como señala también el mismo Chesterton, nuestros educacionistas modernos intentan establecer una libertad religiosa sin preocuparse por definir qué es la religión o qué es la libertad. Es decir, currículos de educación omiten la religión, solo por el prurito de la modernidad sin considerar a fondo el valor de la religión. Chesterton no se queda ahí, arremete también con su prosa afilada contra la absolutización de los procesos, quizás en algunas empresas, al enfatizar que estamos más preocupados por los procesos de eficiencia y eficacia, cuando los organismos vigorosos no se preocupan de sus procesos, sino de sus metas, “hay que pensar en el fin, como hombres, no en el proceso, como paralíticos”, afirmaba este escritor de las paradojas.   

POSDATA: Una pregunta superficial: ¿importa lo medieval?      

Chesterton, G.K. (2009) Herejes. Acantilado. 

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