Por José Raúl Ramírez Valencia
Los charlatanes, embusteros y parlachines que se la pasan hablando en cuanto auditorio o atril encuentran, crecen cada día. Les gusta hablar de todo, dicen saber de todo y, además tienen la solución para cualquier tipo de problema existencial: amoroso, laboral, económico, incluso, problemas de fe. Como si fuera poco, creen tener un manejo descomunal de la palabra, cuando solo disponen de unas cuantas ideas emotivas sin lógica. Al igual que los sofistas en tiempos de Sócrates, creen que son imprescindibles y piensan que sin ellos el mundo se paraliza, o cuando menos, deja de existir. Estos manipuladores de la palabra tienen como objetivo persuadir, independiente de si lo hacen por la vía de la mentira.
Lo
peor de todo es que encuentran público para escuchar sus embustes, y no son
precisamente las plazas públicas, sino en las empresas, colegios, parroquias y
universidades. En estas instituciones creen que estos majaderos-motivadores
tienen la última palabra, así lo que expongan no tenga ningún sustento
académico y esté en contradicción con los principios institucionales. No
diferencian entre verdad y entretenimiento. Los mejores conferencistas en el
momento no son quienes argumentan con solidez sus ideas, sino quienes mejor
entretengan al público. No siempre quien es ameno en su exposición es profundo y
no todos los que son profundos son amenos. Hemos entrado en un estado de
aburguesamiento de la razón, solo interesan los pensamientos blandos y
emotivos, no aquellos que nos confrontan y nos hacen pensar.
Esto
de los motivadores no es nuevo, en tiempos de Sócrates, por el siglo IV antes
de Cristo, ya existían estos embusteros, cuyo objetivo era persuadir-motivar. En
el diálogo Gorgias precisamente Platón pone a dialogar a Gorgias y a Sócrates
con respecto a la retórica o la persuasión. Sócrates, le pregunta a Gorgias:
¿existe
algo a lo que llames saber y algo a lo que llames creer?, por supuesto. Ahora,
¿te parece que saber y creer son lo mismo o son algo distinto? Son distintos, afirma
Gorgias. De nuevo, interviene Sócrates, y si te preguntaran: ¿Hay creencia
falsa y otra verdadera? Seguro respondes que sí. Y si te preguntan: ¿existe también
un saber falso y un saber verdadero? En esto no estarías de acuerdo. Entonces,
saber y creer no son la misma cosa, por tanto existen dos tipos de persuasión:
una que produce la creencia sin el saber y otra que origina la ciencia. Ahora,
Gorgias, ¿Cuál es la persuasión a qué da lugar la retórica en los tribunales y
en las demás asambleas respecto lo justo y lo injusto? ¿Aquella de la que nace
la creencia sin el saber o la que produce el saber? Es evidente, que aquella de
la que nace la creencia. Concluye Sócrates, luego la retórica al parecer es artífice
de la persuasión que da lugar a la creencia, pero no la que enseña sobre lo
justo y lo bueno. En este sentido, el oficio del orador no es instruir a los
tribunales acerca de lo justo y lo injusto, sino persuadir acerca de la creencia.
Retomando
lo expuesto por el sabio Sócrates, podemos decir que lo importante no es creer,
sino creer con argumentos; no es opinar, sino opinar con piso teórico; no es
enseñar cualquier cosa, sino enseñar con fundamentos; no es predicar por
predicar, sino predicar con lógica y no solo con panegíricos y giros
lingüísticos rebuscados que terminan siendo más falacias que anuncios del
evangelio. Cuando solo se quiere persuadir, la verdad no interesa, más bien incomoda
y estorba a los intereses del susodicho orador.
Los
Medios de Comunicación y la industria del entretenimiento, en su afán de comunicar
y de entretener, terminan manipulando a las personas con informaciones
interesadas y ofertas del mercado engañosas y tendenciosas según los intereses
de los amos del poder económico del momento. Si se quiere implementar un nuevo
modelo comportamental en la sociedad, si se necesita posicionar un producto
innecesario para el común de las gentes, basta con que un famoso asuma dicho
comportamiento o que utilice el mencionado producto así el producto sea lo
innecesario y engañoso del mundo.
Lo
expuesto por Sócrates también va en contravía de lo que piensan algunos “supuestos
pastoralistas” en el campo eclesial, para quienes lo importante es que la gente
crea, así crea en un “Dios” manipulador y vengador; o en el caso de algunos
maestros que piensan que lo importante es que aprendan, así aprendan mentiras. Esto
no es todo. Hay sofistas o ciertos coaches
que solo están por convencer así sea con mentiras, pero ni ellos mismos se creen
lo que dicen. Otros, por el contrario, no se dan cuenta que engañan y se autoengañan.
A este respecto bien vienen las palabras de Sartre: A quien se convence sin
argumentos, no se le puede convencer de lo contrario con argumentos.
POSDATA:
Con las palabras no solo desvelamos la verdad, también la podemos oscurecer y
ocultar. Con la persuasión no solo nos manipulan, también nos controlan. ¡Despertemos
del aburguesamiento de la razón!
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