Por José Raúl Ramírez Valencia.
Sociedad
compleja, decía Thomas Luckmann; sociedad del riesgo, afirmaba Ulrich Beck; sociedad
líquida, enfatizaba Bauman. Sociedad de la transparencia es un término que
utiliza el filósofo surcoreano Byung-Chul Han. La sociedad de la transparencia reclama
y exige que todo sea evidente, expuesto, descubierto y auditado; basta con
mirar las redes sociales o los noticieros para constatar esta vigilancia
permanente.
Aquello que no se transparenta y magnifica entra en los cánones de
la sospecha y la desconfianza. En la sociedad de la transparencia el espacio de
lo íntimo y lo personal se convierte en un museo lingüístico abierto a todo
tipo de personas y en la mayoría de los casos en un espectáculo público puesto
al escarnio de las masas. Byung -Chul Han, tanto en su libro En el enjambre, como en La Expulsión de lo distinto, reflexiona contundentemente
sobre este estilo de sociedad.
En
razón de la transparencia, estamos en un enjambre con pocas posibilidades de
escapar. Enredados en las redes sociales, nuestros datos y opiniones son observados
y controlados hasta los tuétanos, sin ningún espacio al respiro personal. El
lema que domina el discurso público, eclesial y empresarial es la transparencia.
En nombre de esta señora, aparecen una gran cantidad de auditorías que son
expresión de una fiscalización minuciosa en un buen número de instituciones. El imperativo de la transparencia se ha
convertido más en una tiranía de la visibilidad que, en palabras de Han “lo hace todo sospechoso. En eso
consiste la violencia”.
Cuando
todo se somete a la transparencia, lo distinto es expulsado. La exigencia de la
transparencia deviene en control sobre los demás, y el exceso de control
elimina la libertad, despojando al sujeto de su singularidad y creatividad. Análogamente,
la sociedad de la transparencia demanda exceso de información, que en no pocas
ocasiones va unida a un vacío de sentido, por la poca comprensión entre el
hecho y la interpretación; el sentido requiere una comunicación menos controladora
y más interiorizada que la mera información. Con la transparencia hay un acceso
ilimitado a la información, donde el respeto tanto de las personas como de las
instituciones escasea y la objetividad de los hechos queda en deuda. Es así
como aparece la sentencia nietzscheana: “No existen hechos sino
interpretaciones”. Se construye y se juzga sobre el terreno movedizo y blando
de la interpretación o de la información, mas no sobre la verdad, dando pie a
lo que se ha denominado la posverdad.
Cuando
una institución, llámese empresa, parroquia, Estado, universidad, absolutiza la
transparencia con poca reflexión, cae en la mentalidad del cazador, al acecho
de la presa. Han, con intuición de filósofo y retomando a Heidegger, habla
sobre la diferencia entre el labrador y el cazador. Mientras que el labriego antes
de arar la tierra, la huele, la escucha y la obedece, toma distancia de ella,
es decir, la respeta; el cazador de inmediato quiere capturar y devorar la
presa. La sociedad de la transparencia ha adoptado más las armas del cazador
que la actitud del labriego. Según Han, los nuevos cazadores no usan la lanza,
arco y flecha, se dedican más a cazar información con el ratón, el wathsApp y
redes sociales; al acecho de la primicia, del primer comentario o ruido que
venga de afuera; solo interesa la presa, su prestigio y la novedad por la
novedad. El tacto del cazador es incipiente y tendencioso a la hora de
discernir entre información y verdad, comentario y realidad; además, son
impacientes y faranduleros, ningunean la interiorización. Buscar la verdad tras
ese bosque de la información es la actitud del labriego. El labriego habita la
tierra, busca conocerla no devorarla, la depura y reconoce lo profundo y humano
que hay en ella.
Byung-Chul
Han también hace caer en la cuenta de que no se puede confundir la
transparencia y la información con la verdad; el cazador va tras la transparencia,
el labrador tras la verdad. La verdad es exige reflexión, distanciamiento. El
hombre postmoderno está tras la caza de la información en las redes, mientras
que el labriego tras la verdad. No hay masa de verdad, pero sí hay masa de
información. El saber no está patente a nuestras manos, la información sí; al
saber lo precede una larga experiencia; a la información, el inmediatismo. La
actitud de cazadores o labriegos no está solo en quienes buscan o dan la
información también en quienes las reciben.
El
mismo Han concluye que la sociedad de la transparencia es una sociedad de la
desconfianza y de la sospecha que se apoya en el control. Ante esta sociedad
sería importante proponer una actitud distinta: la confianza. Querer saberlo
todo es desconfiar, confiar significa no saberlo todo. La transparencia lo
quiere saber todo por eso carece de la lógica de la trascendencia. Más información
no equivale a más verdad sino a mayor control.
No hay comentarios:
Publicar un comentario