viernes, 13 de marzo de 2020

DEL LABRADOR AL CAZADOR


Por José Raúl Ramírez Valencia.
Sociedad compleja, decía Thomas Luckmann; sociedad del riesgo, afirmaba Ulrich Beck; sociedad líquida, enfatizaba Bauman. Sociedad de la transparencia es un término que utiliza el filósofo surcoreano Byung-Chul Han. La sociedad de la transparencia reclama y exige que todo sea evidente, expuesto, descubierto y auditado; basta con mirar las redes sociales o los noticieros para constatar esta vigilancia permanente.
Aquello que no se transparenta y magnifica entra en los cánones de la sospecha y la desconfianza. En la sociedad de la transparencia el espacio de lo íntimo y lo personal se convierte en un museo lingüístico abierto a todo tipo de personas y en la mayoría de los casos en un espectáculo público puesto al escarnio de las masas. Byung -Chul Han, tanto en su libro En el enjambre, como en La Expulsión de lo distinto, reflexiona contundentemente sobre este estilo de sociedad.    
En razón de la transparencia, estamos en un enjambre con pocas posibilidades de escapar. Enredados en las redes sociales, nuestros datos y opiniones son observados y controlados hasta los tuétanos, sin ningún espacio al respiro personal. El lema que domina el discurso público, eclesial y empresarial es la transparencia. En nombre de esta señora, aparecen una gran cantidad de auditorías que son expresión de una fiscalización minuciosa en un buen número de instituciones.  El imperativo de la transparencia se ha convertido más en una tiranía de la visibilidad que, en palabras de Han “lo hace todo sospechoso. En eso consiste la violencia”.
Cuando todo se somete a la transparencia, lo distinto es expulsado. La exigencia de la transparencia deviene en control sobre los demás, y el exceso de control elimina la libertad, despojando al sujeto de su singularidad y creatividad. Análogamente, la sociedad de la transparencia demanda exceso de información, que en no pocas ocasiones va unida a un vacío de sentido, por la poca comprensión entre el hecho y la interpretación; el sentido requiere una comunicación menos controladora y más interiorizada que la mera información. Con la transparencia hay un acceso ilimitado a la información, donde el respeto tanto de las personas como de las instituciones escasea y la objetividad de los hechos queda en deuda. Es así como aparece la sentencia nietzscheana: “No existen hechos sino interpretaciones”. Se construye y se juzga sobre el terreno movedizo y blando de la interpretación o de la información, mas no sobre la verdad, dando pie a lo que se ha denominado la posverdad.     
Cuando una institución, llámese empresa, parroquia, Estado, universidad, absolutiza la transparencia con poca reflexión, cae en la mentalidad del cazador, al acecho de la presa. Han, con intuición de filósofo y retomando a Heidegger, habla sobre la diferencia entre el labrador y el cazador. Mientras que el labriego antes de arar la tierra, la huele, la escucha y la obedece, toma distancia de ella, es decir, la respeta; el cazador de inmediato quiere capturar y devorar la presa. La sociedad de la transparencia ha adoptado más las armas del cazador que la actitud del labriego. Según Han, los nuevos cazadores no usan la lanza, arco y flecha, se dedican más a cazar información con el ratón, el wathsApp y redes sociales; al acecho de la primicia, del primer comentario o ruido que venga de afuera; solo interesa la presa, su prestigio y la novedad por la novedad. El tacto del cazador es incipiente y tendencioso a la hora de discernir entre información y verdad, comentario y realidad; además, son impacientes y faranduleros, ningunean la interiorización. Buscar la verdad tras ese bosque de la información es la actitud del labriego. El labriego habita la tierra, busca conocerla no devorarla, la depura y reconoce lo profundo y humano que hay en ella.     
Byung-Chul Han también hace caer en la cuenta de que no se puede confundir la transparencia y la información con la verdad; el cazador va tras la transparencia, el labrador tras la verdad. La verdad es exige reflexión, distanciamiento. El hombre postmoderno está tras la caza de la información en las redes, mientras que el labriego tras la verdad. No hay masa de verdad, pero sí hay masa de información. El saber no está patente a nuestras manos, la información sí; al saber lo precede una larga experiencia; a la información, el inmediatismo. La actitud de cazadores o labriegos no está solo en quienes buscan o dan la información también en quienes las reciben.   
El mismo Han concluye que la sociedad de la transparencia es una sociedad de la desconfianza y de la sospecha que se apoya en el control. Ante esta sociedad sería importante proponer una actitud distinta: la confianza. Querer saberlo todo es desconfiar, confiar significa no saberlo todo. La transparencia lo quiere saber todo por eso carece de la lógica de la trascendencia. Más información no equivale a más verdad sino a mayor control.

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