José Raúl Ramírez Valencia
En un lugar de la mancha cuyo nombre no quiero precisar, vivía un hombre a quien todos conocían y lo consideraban un don Preciso. Este era un hombre capaz y talentoso, no por esto el más sabihondo y talentoso de toda la comarca. Como es propio de la condición humana, cierto día murió y las reacciones no dieron espera. Para algunos, su inteligencia y su fe solo les alcanzó para lamentarse: ¿qué vamos a hacer sin don Preciso?, exclamaban desesperados y confundidos; mientras que otros a duras penas se atrevían a avizorar temerosa y tímidamente el futuro sin don Preciso.
Siguiendo las costumbres de ese lugar de la mancha o «lugar manchado por don Preciso», pusieron en su tumba un letrero un poco simple para tan majestuosa personalidad: «Aquí yace don Preciso», y desde entonces un buen grupo de personas frecuentemente peregrinan a su tumba como queriéndolo resucitar, cueste lo que cueste, pues resucitando él, resucitan ellos, supuestamente. Su peregrinación, cabe aclarar, no es por agradecimiento o alguna expresión de fe, más bien por algún interés personal y uno que otro malcriado sentimiento infantil de dependencia, pues todavía no se arriesgan ni dejan que otros comiencen una nueva historia sin él. A partir de esta imagen figurativa —real en muchas instituciones y organizaciones, llámense partidos políticos, empresas, instituciones educativas, iglesias—se hace necesario reflexionar sobre estos aspectos:
1. Es importante señalar que hay personas precisas para un determinado momento de la historia, y que justamente tenían que «precisar» ese momento histórico-trascendental de alguna institución, pero que no por eso son indispensables para toda la historia. Demos paso a la innovación, abrámonos a la novedad, cada persona tiene sus competencias que tendrá que desarrollar y aportar en el tiempo que se necesite, no empobrezcamos la perspectiva divina con nuestras miradas miopes y unidimensionales.
2. No pongamos a depender la historia de un solo personaje, abrámonos a nuevas aventuras. Así pues cuando eligieron a Benedicto no buscaron un perfil similar a Juan Pablo II, o cuando salió la fumata blanca dando a conocer la elección del papa Francisco tampoco buscaron un perfil semejante al de Benedicto, pues cuando se buscan repetir los perfiles, la historia se empobrece y como que en cierta manera sufre una parálisis de horizontes.
3. Tanto quien se cree como quien lo consideran don Preciso tienen perspectivas limitadas y carentes de esperanza. Los llamados don Precisos generan dependencia y en muchas ocasiones sepultan talentosas personas, pues al ser «tan precisos» no dan cabida a nuevas mentalidades, nuevos tiempos y nuevos métodos, parecería que la historia se extravía sin ellos. Los don Precisos no se acogen al cambio, por eso hacen que la historia se torne monotemática y con falta de dinamismo, como si el reloj y el tiempo se hubieran detenido en un mismo lugar y hora.
4. Con toda certeza se puede decir que somos irrepetibles; no somos indispensables. La creatividad de Dios no se agota en una persona. Dios, para cada momento histórico, suscita nuevos carismas y nuevas visiones de la realidad, por ello hay que valorar y otear la diferencia como posibilidad de nuevos escenarios de salvación. En muchas ocasiones cambiamos de personas, pero no de perfiles, pues parece más cómodo buscar otro alter ego que continúe al frente de las instituciones que pensar en otra persona que posibilite otro ritmo de la historia. En suma, nos matriculamos con una sola perspectiva, de ahí el viejo adagio: «más vale malo conocido que bueno por conocer», por tanto necesitamos aprender a leer-entender-soñar la historia sin tantos don Precisos.
5. El complejo del llamado don Preciso es más preocupante en el grupo de personas que lo consideran como tal que en el mismo don Preciso, pues a estas personas les dan la posibilidad de renovar los líderes de los partidos, instituciones y organizaciones por medio de elecciones, e involutivamente siguen eligiendo a los mismos con las mismas.
POSDATA: por favor, ¡dejemos descansar a don Preciso!; por favor don Preciso, ¡déjenos descansar!, no nos impida pensar que otro mundo es posible sin usted.
Artículo publicado septiembre 2015. Periódico Vida diocesana.
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