Por José Raúl Ramírez Valencia.
«Llega a ser quien eres» es una expresión del poeta griego Píndaro, quien solía utilizarla para motivar a los atletas griegos, a su vez, es una sentencia que exalta lo bello, lo bueno y lo verdadero sobre la mediocridad. Una máxima que contiene dos sentencias: Llega a ser-quien eres.
¿Qué relación tiene esta expresión con la vocación? La vocación es un llamado que toca y parte del ser, también es una invitación insistente a ser quien se es. Con razón o sin razón, el tema de la vocación ha sido encasillado, reducido e identificado con asuntos de la vida religiosa en detrimento de las demás vocaciones. Pareciera ser que solo el religioso tiene vocación, pero si hay un exitoso profesor o un excelente empresario o un buen arquitecto, estos solo son buenos profesionales. Más aún, muchos desconocen la vocación como base de la vida matrimonial.
¿Será que se puede entender un profesional sin vocación?, ¿o unos esposos sin vocación?, ¿o un religioso sin profesar su vocación? He ahí unas de las causas de la crisis social: profesionales sin vocación, religiosos que no profesan su vocación y personas que se unen en matrimonio sin vocación. En el fondo la razón de esta dicotomía está en que la «vocación o profesión» ha sido elegida desde las periferias de la personalidad y no ha brotado de lo profundo de la persona. Cuando hay una auténtica vocación las periferias personales son asumidas y encausadas en el proyecto-vocación. Por ejemplo, si hay tal o cual limitación o defecto, la realización-personal-vocacional hace que se superen las dificultades o se encausen en búsqueda de la máxima: llegar a ser quien se tiene que ser.
Cuando la «vocación» surge periféricamente sus intereses siempre serán periféricos, simulativos, distractores, distantes y fugitivos. Simulativos, al aparentar ser lo que no se es, expresar lo que no se siente, transmitir lo que no se cree, padecer lo que no se es, ocasiona una crisis de identidad y autenticidad, por tanto, se es un pseudo sacerdote, un pseudo profesional, un pseudo esposo, es decir, un solemne activo farsante.
Puede surgir también distractores que buscan centrar la atención y encauzar los talentos, no en lo esencial y pertinente del proyecto-vocación, sino en lo accidental-periférico y en muchas ocasiones en lo baladí y mezquino, que en vez de canalizar la esencia de la vocación la distrae y la enajena. La «vocación» tomada como un entretenimiento donde se buscan escenarios distractores y no espacios en donde la persona afronta la vida con entereza e hidalguía vuelve la vida angustiosa y tediosa y la persona termina siendo una solemne marioneta. ¿Será que se elige un estado de vida o una profesión para distraer la vida? He aquí la esencia de la alta mediocridad.
Distante. Esta expresión hace referencia a la persona que vive lejos del aquí y del ahora, tanto de las personas como de las circunstancias; cuando una persona vive en otro «mundo–distante» se priva de los goces y realizaciones de la vocación, por ende, se convierte en un solemne enajenado de su ser. ¿Será que se puede concebir una vocación fuera del tiempo y del espacio?
También pueden surgir intereses fugitivos, tomada en el sentido de vivir la «vocación» como pusilánime, evasiva. El fugitivo es la persona insegura, la que siempre está huyendo, es el individuo que se siente perseguido, acosado y amenazado, su vocación es vista más como una amenaza-peligro y no como un escenario de posibilidades. El fugitivo es una persona insegura, sin asentamiento vocacional, todos los días tiene que estar escondiéndose, huyendo de su ser, por tanto, siempre será un solemne evasivo de lo que tenía que ser como persona.
Artículo publicado agosto 2015 en el periódico Vida diocesana
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