miércoles, 18 de marzo de 2015

DE LA CONVERSACIÓN A LA CONVERSIÓN


Por José Raúl Ramírez Valencia.

Cuando comienza el tiempo de cuaresma, uno de los tópicos que más aparecen en la palestra de los sermones de los ilustres predicadores es el de la conversión. ¿Qué sentido entraña? El tema del pecado, al igual que el de la conversión, ha entrado en descrédito. Algunos soberbios del poder y de la academia consideran que estas categorías solo se aplican a un tipo de población con características muy específicas, tales como la pobreza y la ignorancia, donde el pecado y la conversión solo están en la conciencia de personas de menor rango religioso y social.
También en muchos sectores sociales el pecado es concebido como un defecto, carencia, limitación humana o quizás un simple error de percepción en la forma de actuar, mas no es considerado como una ofensa a Dios, ni mucho menos como un obstáculo que impide la auténtica experiencia de Dios. Otros lo tratan solo desde el plano psicológico como una situación que impide la realización humana y no una realidad que aleja de lo divino. Para muchas personas es importante la conversión en cuanto posibilita el éxito, pero no como acercamiento a lo divino. Parece ser que Dios no está en el horizonte de la conversión.

¿Cómo estamos presentando y motivando la conversión? ¿Será meramente una experiencia pragmatista de superación humana?, ¿una experiencia solo de tono «espiritual-divino al estilo de la nueva era»? o ¿un acontecer en la vida de fe del cristiano?

La conversión es un volver a la auténtica vocación de creados y redimidos. El camino de conversión parte-pasa por el afecto que se tiene a Dios y por su búsqueda incesante, no es una cuestión moralizante, ni narcisista, tampoco voluntarista, es un progreso de la experiencia constante de Dios. Llama la atención que uno de los votos de los benedictinos sea el de la conversión de costumbres, visto como un camino de apertura y orientación permanente hacia Dios; no se habla del voto de castidad ni de pobreza, estos están incluidos en la conversión de costumbres. Por tanto, a mayor encuentro-experiencia de Dios mayor conversión de costumbres. 

Conversación-conversión, dos palabras similares en su pronunciación. Las dos contienen el prefijo con que significa estar en compañía de y la expresión versus entendida como girar, cambiar, por tanto, así como la conversación no es ningún monólogo, ni una cuestión intimista o individualista, sino una conversación permanente con Dios, tampoco la conversión puede referirse solo a este plano, pues si es conversación no se reduce a las locas lógicas egoístas de cada uno, sino que es apertura, encuentro, cambio a las bondades y exigencias que se han conversado con Dios. 

En definitiva, no hay conversión sin conversación con Dios y a mayor profundidad en la conversación, mayor conversión. Si solo conversas de éxitos humanos y de realizaciones humanas, el referente de tu conversión serás tú mismo y no Dios. Dime con quién conversas acerca de tu conversión y te diré cuál es el horizonte de ella. La conversión es un puerto seguro en el constante naufragar de la vida, donde se ha podido llegar solo por conversaciones con el Dios hecho hombre que conoce lo profundo y lo grandioso de cada corazón humano.

Publicado en el periódico Vida Diocesana. Febrero  

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