jueves, 16 de abril de 2015

ENTRE LA RAZÓN Y LA RELIGIÓN: LA MÍSTICA

Por José Raúl Ramírez Valencia  

Hugo y Ricardo de San Víctor, dos notables filósofos-teólogos provenientes de la Abadía francesa de San Víctor, del siglo XII, a los cuales el Papa Benedicto XVI les dedicó una audiencia, afirmaban que Dios había creado al hombre con tres ojos: uno corporal para percibir y sentir el mundo espacio temporal; otro de la razón, para concebir el mundo de las ideas y los conceptos, y el tercero llamado del espíritu para intuir y sentir las realidades trascendentales; pero al salir del paraíso, el ojo sensible quedó debilitado; perturbado el segundo y ciego el tercero. Este argumento lo tomó el filósofo Raimon Panikkar para describir la crisis actual que padece la cultura de occidente, donde la razón y la sensibilidad se han enseñoreado de tal manera que apenas reconocen en la espiritualidad un cuasi vestigio. Desde esta mentalidad solo tiene patrón de validez aquello que se siente o que solo responde a los cánones de la lógica racional. Lo espiritual, místico y profundo queda a merced de la caridad del reconocimiento de los supuestos iluminados racionalistas o sensitivos pragmáticos.

Llama la atención que Goya, pintor español nacido en el siglo XVIII, haya pintado en pleno siglo de la diosa razón el cuadro titulado: La razón produce monstruos, perteneciente a la colección de los Caprichos, nombre no solo subjetivo sino también real y contundente. Cuando se absolutiza la razón, la persona se crea un pseudo poder, el cual supuestamente autoriza para intervenir y dogmatizar en todo como si fuera la encarnación de la suma y excelsa divinidad. Aceptada esta premisa, inmediatamente se pone entre dicho la expresión de algunos “académicos” “quien tiene el conocimiento tiene el poder”. Precisemos y direccionemos la expresión: ¿qué tipo de conocimiento y qué tipo poder? Un conocimiento solo racional o sensitivo pragmático es tuerto y débil, aún le falta ser tocado y reposado por el afecto de la mística. 

También la absolutización de la religión sin ningún aterrizaje en lo humano-racional y en lo sensitivo produce monstruos con “poder”; no más basta mirar las grandes atrocidades y manipulaciones, como masacres, reduccionismos y apocamientos antropológicos; supuestamente apoyados en el querer de Dios. Pero ¿qué es lo que quiere Dios? Ireneo de Lyon, claramente decía: “la gloria de Dios es que el hombre viva y la vida del hombre es la gloria de Dios”. 

Ante estas manipulaciones-reduccionismos antropológicos en nombre de la religión, vale la pena observar detenidamente otro cuadro pintado por Goya: Saturno devorando un niño. Cuenta la mitología que el dios Saturno o Chronos se comía a sus hijos recién nacidos por temor a ser destronado por uno de ellos. Desde la óptica de la auténtica religión es imposible pensar en un Dios celoso de poder o un competidor por el poder con el hombre. Más bien son algunos “supuestos poderosos” que en nombre de Dios compiten por el poder debilitando y desfigurando el ser y el quehacer de las personas. No todo lo que se hace en nombre de la religión posee la sabiduría espiritual. Poderoso religioso o poderoso intelectual sin mística son inseguros poderosos que utilizan la religión o la razón como cenicientas de sus vanos y bajos caprichos. Si queremos tener una fe auténtica y una razón al servicio de la verdad hay que rescatar la mirada del tercer ojo del que hablaban los filósofos medievales, solo así se decantará-purificará tanto la razón como la religión. 

Ante esta realidad es bueno traer a la memoria la expresión lapidaria de Benedicto XVI (2005), “la razón no se salvará sin la fe, pero la fe sin la razón no será humana” además “es una perversión de la inteligencia creer que la razón lo solventa todo”, afirmaba el psicoterapeuta Giorgo Nardone (2012).   

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