viernes, 12 de septiembre de 2014

¿LA PROFESORA O LA NIÑA? TACTO Y CONTACTO.

José Raúl Ramírez Valencia.

El 27 de junio en Estados Unidos es el día de Helen Keller, una mujer destacada por su oratoria, sus escritos; promotora del sufragio femenino y su compromiso social. Cuando uno escucha esta cantidad de pergaminos se imagina a una persona con la plenitud de sus cinco sentidos y sin limitación alguna. Helen fue una niña que nació sana, pero a los 19 meses, debido a una enfermedad, quedó ciega y sorda. ¿Cómo una persona sorda y ciega consigue ser una gran escritora y oradora?  He ahí el milagro de una buena pedagogía.


Helen, debido a sus discapacidades, se convirtió en una niña malcriada, mimada, grosera y demandante; la cual se enfurecía con facilidad. Su familia, sin querer y buscando lo mejor para ella, la complacían en todo, pero sus actitudes reforzaban dicha conducta. A los siete años sus padres, dado su estrés y su frustración por no poderse comunicar con ella, buscaron una profesora que le ayudara en su desarrollo comunicativo. Ann Sullivan, fue la profesora recomendada por la Universidad, una discapacitada visual graduada del instituto Perkins para ciegos.
   
Lo primero que hizo la profesora con la niña fue retirarla del ambiente familiar: la complacencia de sus padres reforzaba sus groserías y altanerías, anulándole-limitándole el talento y las posibilidades de despertar a un mundo comunicativo. “Su amor por Helen en este momento es un obstáculo mayor que su ceguera o sordera”, afirmaba la profesora. Hay entornos familiares, escolares universitarios y de seminarios que con tanta conmiseración y sobreprotección están anulando, estropeando y aquietando el talento humano. Mirar y tratar a las personas con sentimientos de minusvalía impide que las personas se confronten y desarrollen habilidades por sí mismas. La preocupación de la educación incluyente es, precisamente, la de hacer sentir aptas a las personas con cierta discapacidad, capaces de desarrollarse y ser competitivas como el resto de personas sin dificultades.  También es tarea de la educación -confrontar o porque no decirlo contrarrestar- tantas complacencias dañinas y tolerancias permisivas que presentan tantos hijos y estudiantes que prefieren cobijarse con el manto de la sobreprotección. La no exigencia de un comportamiento normal-adecuado y la “egocentría”, en muchas circunstancias, hacen que permanezcamos ciegos, sordos e inútiles para el mundo.
  
“El lenguaje es más importante para la mente que la luz para los ojos, sus sentidos están afectados, no su mente, ella debe tener lenguaje”; intuía Ann Sullivan. Helen sentía gran furia a ver que los otros utilizaban su boca para comunicarse y ella no podía. Después que la profesora confrontó la conducta de Helen y la de sus padres, comenzó a comunicarse con ella a través del deletreo de palabras: en lugar de pronunciarlas las escribía en su mano. Al principio se resistía al no entender que había una palabra asignada a cada objeto. Luego simplemente sentía el tacto-contacto y expresaba la voz de su intimidad. El tacto es el sentido más completo, pues, sintetiza todos los sentidos, no ver y/o no escuchar es dramático, pero no sentir  (tacto-contacto) es trágico. Por ello, fue el sentir lo que hizo que Helen expresará la hondura de su corazón.
   
¿A quién reconocerle el talento, a la niña o la profesora? He ahí el dilema. Disciplinar a Helen sin destruir su espíritu fue el gran logro de la profesora. Todos estaban pendientes de sus deseos, sentían lástima, pero no procuraban educarla. “Tener lástima por alguien es desperdiciar energía, tenerla por uno mismo es aún peor”, “lo que se le exija a la niña, será lo que ella sea”, afirmaba vehemente la profesora a los papás.
     

La profesora fue elogiada por Helen por su comprensión, inteligencia y tacto amable. También aprendió a leer los labios de las personas mediante el tacto, sintiendo su movimiento y sus vibraciones.  Ligh in My Darkness (Luz en mi oscuridad) es el título del libro escrito por Helen en 1927. Cuando el corazón ve y cree en sus potencialidades no hay ninguna oscuridad posible; existe una gran diferencia entre ser limitado y pensarse limitado, entre ser limitado y actuar como limitado. El ser humano también es posibilidad en la oscuridad.    
Publicado en el periódico  Vida Diocesana Agosto 2014 

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