José
Raúl Ramírez Valencia.
¿Quién es Alejandro? ¿quién es el humano? Preguntas provocadoras en un sitio con todas las comodidades habidas y por haber, no falta nada de lo innecesario pero lo necesario queda en cuestión. En un lugar en el que no se sabe que es lo esencial porque lo accesorio invade todo, vive un ser que lleva por nombre Alejandro, (llevar no significa que tenga tal o cual identidad). No tengo la certeza de que cuando escucha el nombre es consciente de su significado, tampoco sé si comprende la grandeza de su nombre; su imaginación es mínima.
Lo
que puedo aseverar es que, cuando escucha los sonidos de su nombre, no capta lo
universal, solo reacciona, no sé si con lucidez de entendimiento o con mero sentimiento
psíquico y biológico al vaivén del “supuesto” nombre de Alejandro. Tampoco tengo
certeza, si habita o vive su “yo” de Alejandro, o si su “yo” se pierde en la especie
al no poseer historia y al estar circunscripto solo al ahí del tiempo y del
espacio. No tiene memoria del ayer ni tampoco visión del mañana, porque
como bien intuye Borges en el Inmortal, solo habitan los inmortales singulares, y agrego yo -con alta conciencia de su yo-. Esto ya me parece raro y me genera
una suspicaz pregunta: ¿Alejandro será un mortal animal o un inmortal animal? Cree
uno que por los finos cuidados y las comodidades exageradas que le brindan es un
canino inmortal, cuyas atenciones del Sisbén son ridículas para este magnánimo ejemplar
canino. A propósito, en una ciudad, no europea sino colombiana, en su afán de
civilización, el burgomaestre tiene como
iniciativa integradora ofrecer Sisbén para todas las mascotas, porque ya en
esta ciudad de lo innecesario es un atentado decir que el perro se llama
Alejandro, simplemente hay que decir Alejandro, un nombre incluyente y genérico.
En
un mañana “estos inmortales” ya no tendrán solo Sisbén, sino tarjeta dorada
para gozar de todos los beneficios ciudadanos. El canino llamado Alejandro,
tendrá tarjeta dorada. Según la exagerada atención que le brindan, su inmortalidad no está en cuestión. Aunque muchos de los supuestos
humanos no se preocupan por la inmortalidad de sus semejantes, sí quieren que
el canino llamado Alejandro sea semejante a ellos para conservarle la supuesta
inmortalidad.
Una vez se encontró Alejandro Magno con un
soldado con virtudes pusilánimes, al cual preguntó ¿cómo te llamas? - Alejandro, respondió él; o cambias de nombre o
cambias de comportamiento, repuso Alejandro Magno, quien no soportaba que
alguien débil llevara su nombre. Hoy no podría creer Alejandro Magno que un canino llevase su nombre.
Hubo
una época en la cual Alejandro humano domesticaba al perro, ahora, Alejandro canino doméstica a Alejandro humano. Hoy por hoy, Alejandro perro tiene más privilegios que Alejandro humano. Alejandro humano trata a Alejandro perro como si
fuera Alejandro humano y Alejandro perro tiene tanta incidencia en Alejandro
humano que pareciera que fuera su esclavo. Trabaja para él, lo dota de los mejores
vestidos y le proporciona las mejores comidas, no permite que se le excluya ni de las fiestas ni del culto religioso. En las reuniones familiares son el centro de
atención, la comida se la deben servir en la sala y en los paseos, primero está
el bienestar de las mascotas que de las personas. El presupuesto para Alejandro
canino es más alto que para Alejandro humano. Alejandro canino se ha convertido en un nuevo miembro
de la familia con derechos y hasta lo consideran digno como una persona. Por favor, ayúdenme a dirimir este
conflicto de intereses: ¿Alejandro canino tiene un humano o Alejadnro humano es
esclavo de Alejandro canino?. Aquí bien valen las palabras de la filósofa judía
Edith Stein: “Sobre la no claridad se puede hacer claridad”.
Jorge
Giraldo, (2020) en un artículo de opinión en El Colombiano, escribe: “Se llama
zoonosis a las enfermedades que se transmiten entre animales y seres humanos. Muchas
de las epidemias internacionales como la gripa aviar y el nuevo coronavirus son
tipos de zoonosis. Nadie, sin embargo, se pregunta sí la extraña nueva relación
entre personas y animales domesticados deba ser cuestionado. Gente que besa
perros, duerme con gatos y abraza marranos ¿no serán los progenitores de la
próxima pandemia? (15 de noviembre, p.24)
Tengamos
esto presente, la persona tiene dignidad, el animal tiene valor y merece
respeto. Atribuirle dignidad al animal sería un problema tanto para los animales como
para los seres humanos, reconocerles dignidad sería considerarlos sujetos de
derechos y de responsabilidades. Estamos viviendo una devaluación del ser
humano ante una inflación de otros valores o, en no pocas ocasiones, de otras
especies.
Posdata:
Un diálogo entre dos señoras. Mi hija tiene tanta claridad en la vida que no sabe a quién quiere más, si a su esposo o a su mascota.
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