sábado, 16 de mayo de 2020

Ser maestro: una vocación apremiante


Por José Raúl Ramírez Valencia.     
“Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados.” Ef. 4, 1.
 Esta es una expresión con la cual el apóstol Pablo invita a los fieles de Éfeso a vivir de una manera auténtica y dinámica la vocación.  Cada uno de ustedes ha sido llamado a ser maestro, lo cual indica de antemano que es un don que se ha recibido; privilegio y desafío a la vez, dado que este don reclama una respuesta exigente por parte de cada uno de ustedes. Ser maestro no es fácil, se es maestro por vocación, no por función.  
Desde el plano teológico se ha entendido la vocación como un llamado que Dios hace a la persona. Dios es quien, en su infinita sabiduría y libertad, llama e invita a vivir un reto, una dinámica de vida. La vocación es llamada y misión a la vez. Dios a quien llama lo capacita y le concede los dones necesarios para que pueda vivir su vocación-misión. No tener miedo de la vocación-misión es un acto de confianza en Dios.  
La frase del apóstol Pablo la podemos sintetizar en cuatro verbos: rogar, caminar, pedir y convocar. No se puede caminar sin tener un mínimo de orientación. Quien solo anda y no tiene un norte, se extravía y extravía a los demás. Si alguien debe estar orientado en la sociedad y saber para dónde va, ha de ser el maestro. En un mundo de desorientaciones, de incertezas, donde todo da igual y todo vale lo mismo, el maestro ha de ser alguien que camine con horizonte y sepa hacia donde se dirige. Además, debe poseer la capacidad de guiar a sus  alumnos hacía las metas más altas como seres humanos.
El segundo verbo: pedir. A partir de este verbo podríamos plantearnos tres preguntas: ¿qué pide la vocación de ser maestros?, ¿qué reclama la sociedad a los maestros?, ¿qué pide la Iglesia a los maestros?  Si escuchamos con oído objetivo estos tres escenarios la respuesta es una: formar personas con valores humanos, religiosos y civiles. La persona es un todo y no un fragmento. Formar integralmente a las nuevas generaciones ha sido y es la misión del maestro, no hay otra. En manos de ustedes está la transformación de la sociedad.  Un dicho popular dice que “los errores de los abogados se archivan, los de los odontólogos se sacan, los de los médicos se entierran y los de los maestros se multiplican.” Son ustedes los maestros quienes preparan a las nuevas generaciones para que hagan bien su papel en la sociedad.
El tercer verbo: convocar: la misma palabra indica que no estamos solos; otros también han sido llamados a trabajar por el perfeccionamiento del ser humano. Ustedes, queridos maestros, están convocados a trabajar por la educación de los niños y de los jóvenes junto con las familias, el Estado, la empresa y la Iglesia; solos no son capaces, dado que, como decía el Papa Benedicto XVI, estamos viviendo una emergencia educativa. Ni las escuelas, ni los colegios, ni las universidades solas podrán salir de esta bien llamada emergencia educativa-. El problema de la educación es tan complicado que solamente juntándonos todos podemos responder a este gran reto. Como bien lo pide la ley general de educación siendo comunidad educativa podemos educar.
Falta el último verbo: rogar. Algunos sinónimos de rogar: suplicar, solicitar, encarecer. Según la expresión del apóstol, este verbo aparece de comienzo indicando que es la comunidad la que está rogando encarecidamente que se viva a la altura de la vocación, es la sociedad, el Estado, la Iglesia; Dios en definitiva es quien pide en última instancia para que ustedes maestros vivan a la altura de la vocación.
¿Será tan grave la emergencia educativa? Claro que sí, esto por muchas razones, sin duda alguna. Ustedes, queridos maestros, en sus reflexiones podrán ahondar en esta emergencia. Por lo pronto, me atrevo a indicar de paso algunas emergencias relevantes.
La ruptura generacional; ya la mentalidad y, por supuesto, las costumbres entre padres e hijos es abismal; basta mirar el lenguaje, los gustos, los sitios de diversión, el mismo tiempo; mientras que los padres comienzan el descanso los hijos apenas salen a sus diversiones. Que cosa tan complicada, los tiempos no coinciden. La tecnología, el mundo virtual, son escenarios propios de los niños y los jóvenes mientras que los adultos apenas estamos inmigrando a ese espacio fascinante y envolvente, con todas sus posibilidades y también con todas sus carencias humanas.  
En ustedes, queridos profesores, está la esperanza, como bien decía un lema de la alcaldía de Medellín; con la e se inician las palabras educación y esperanza. Cuando educamos bien, nos abrimos a la esperanza y cuando educamos mediocremente ocasionamos desesperanza y destrucción en la sociedad. Educar es abrirnos a la esperanza, esperanza en ustedes y a la vez esperanza con respecto a sus alumnos.
Tal vez se ha introducido una mentalidad un cierto aire pesimista: imposible educar hoy, dicen algunos; realidad que no quiero desconocer, pero tampoco quiero absolutizar. Hoy es más complejo educar, pero no por eso imposible educar. Esta misma situación hace de la educación una misión más interesante y apasionante. Primero se decía que había que educar al niño y al joven y que estos debían ir a la escuela a educarse; hoy en palabras de William Ospina, literato colombiano, “también hay que educar la escuela y el colegio.” Significa esto que hay que revisar la misión y función de los establecimientos educativos, quizás mucha información y poca formación, como es el caso de los programas de educación sexual; sobre este aspecto es bien importante mantener una postura humanista-ética y no meramente acorde con las mentalidades liberacionistas o de simple bum del momento que en vez de formar están dejando a la deriva la responsabilidad sexual-personal de los jóvenes.
Es importante señalar que ustedes trabajan con personas; el industrial produce mejores productos, el educador mejores personas. El educador no trabaja con mercancías, ni clientes. La persona humana es un misterio que no se puede abordar como una mercancía ni mucho menos como objeto de laboratorio; la persona es un misterio inacabado, que no se puede cuantificar, ni cuadricular, como bien lo afirmaba el filósofo existencialista Gabriel Marcel.
Educar bien y educar para el bien es hoy posible, necesario y apremiante. Pero ¿qué es el bien? La sociedad relativista tiende a confundir el bien con el mero gusto, pero no todo lo que les gusta a los niños, a los jóvenes les conviene. Lo bueno nos conviene y lo que nos conviene nos perfecciona como seres humanos y perfecciona a los demás.
Para un maestro, al igual que para un padre de familia, es importante encontrar el equilibro entre libertad y disciplina. La educación es encuentro entre dos libertades y la educación bien lograda es la formación para el uso correcto de la libertad. De una manera premonitoria, decía el Cardenal Poupard: hay que evangelizar el deseo. El ser humano es una fuente de deseos. En los jóvenes y en los niños hay que incentivar motivaciones que eleven el espíritu humano, como la solidaridad, la justica, la preocupación por el otro, el amor y la bondad. Evangelizar el deseo no equivale a frustrarlo sino a elevarlo y salvarlo.  
La importancia de formar integralmente, es bien sabido por todos ustedes, que en la antigua Grecia, Esparta formaba para la guerra y todos sus acciones estaban dirigidas a tener buenos guerreros que defendieran la ciudad; Atenas, por el contrario, pensaba en una educación donde se incluyera las artes liberales, como la música, la poesía, las ciencias humanas. Una educación que solo piense en lo técnico conduce al fracaso de la sociedad y a la frustración de la persona; una educación integral crea y sana la cultura haciendo ciudadanos cada vez más humanos.
Por último, hago propias las palabras de Adela Cortina al afirmar “educar significa potenciar a los seres que son valiosos en sí mismos, mientras que deshumanizar significa instrumentalizar a esos mismos seres.” Creamos en los alumnos, creamos en nuestra vocación de maestros. No tengan miedo, decía Benedicto XVI ante el gran desafío de la educación. La sociedad, los padres de familia están solicitando una buena educación, la solicitan los mismos jóvenes que no quieren verse abandonados y desorientados.

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