Por
José Raúl Ramírez Valencia
Comenzaba el año 2020, bisiesto por cierto, todo
parecería normal. Los supermercados, los centros comerciales, los colegios, las
universidades y las iglesias planeaban el año como si el tiempo y la historia
se juntasen en un solo abrazo donde no cabe el azar ni el improvisto. Como
dirían los más eximios gerentes: todo está bajo control, todo está en nuestras
manos, todo está calculado. Las noticias
acerca del virus era solo un rumor proveniente de tierras muy distantes de nosotros.
¿Quién iba a pensar que ese diminuto, invisible, insignificante y lejano virus
nos iba a cambiar la vida? El virus nos confinó en los espacios reducidos de
nuestra casa, pero a la vez amplio nuestra capacidad de aceptar al otro, sino
como quien enriquece, con su presencia, el espacio afectivo y efectivo de la
relación.